Carlos Gallardo
Con el pasar de los años y gracias a mi experiencia en distintos campos como el periodismo escrito, la presentación en televisión, la producción de mi podcast Entrevista Con El Gallardo, mi faceta como cantante popular bajo el nombre de La Gallardía del Despecho y mis emprendimientos como Gallardo Licores, he comprendido una verdad incómoda pero evidente, muchas de las críticas más destructivas no vienen de quienes han triunfado, sino de quienes no han logrado nada en la vida.
Y lo digo sin resentimientos, lo digo desde la más pura experiencia personal. He visto cómo personas que han alcanzado el éxito, empresarios, artistas, comunicadores, soñadores hechos realidad, tienden a extenderte la mano, a darte consejos, a impulsarte y, lo más importante, a motivarte para que llegues a su nivel. Son ellos quienes te invitan a crecer, te patrocinan, te reconocen. Son ellos quienes ven en ti una luz que, si bien todavía no brilla con toda su potencia, tiene el potencial de hacerlo. En cambio, las críticas más ácidas, las burlas disfrazadas de bromas y las frases cargadas de envidia, suelen venir de aquellos que no han construido nada, que no se han atrevido a soñar, que no han sido capaces de luchar por algo propio.
Hay una frase que he dicho durante años y que muchos ya repiten en voz alta, “El pastuso no te quiere ver mal, pero tampoco te quiere ver mejor que él.” Es cruda, sí. Pero cada día cobra más sentido. Vivimos en una ciudad que tiene un potencial enorme, pero también una carga cultural de comparación constante, de mirar al otro con lupa, de señalar al que sobresale en lugar de apoyarlo. Esa mentalidad, si no la transformamos, seguirá siendo un ancla para el desarrollo colectivo.
Por eso, el consejo es claro, no escuches las críticas de quienes no han caminado ni un metro del camino que tú estás recorriendo. Rodéate de los que están más arriba, de los que ya vivieron lo que tú estás viviendo, de los que saben que el éxito se multiplica cuando se comparte. Ellos son los que valen la pena.
En mi camino he aprendido que no es fácil construir una identidad, mantener un proyecto o sostener un sueño. Pero si algo he confirmado, es que lo realmente valioso no es gustarle a todos, sino mantenerse firme, coherente y apasionado por lo que uno hace. La crítica de quien no ha hecho nada no debe doler, debe motivarte. Porque cada palabra en tu contra es señal de que estás haciendo algo que a otros les gustaría tener el valor de intentar.
Al final, cada paso que das hacia tu propósito te aleja de la mediocridad y te acerca a la realización. Y ahí, solo ahí, es donde empiezas a distinguir claramente quién te empuja hacia el precipicio y quién te impulsa hacia la cima.

