Un asteroide descubierto recientemente ha despertado el interés —y la cautela— de la comunidad científica internacional. Se trata de 2024 YR4, un objeto de entre 53 y 67 metros de diámetro que, aunque ya no representa un riesgo para la Tierra, podría impactar con la Luna en el año 2032. Este posible evento no sería solo un espectáculo astronómico: sus efectos podrían sentirse en la órbita terrestre, en nuestros satélites y, por extensión, en la vida cotidiana.

De peligro terrestre a amenaza lunar
Cuando se detectó por primera vez en diciembre de 2024, el 2024 YR4 fue considerado una amenaza para nuestro planeta. Su tamaño, comparable al del asteroide que causó la explosión de Tunguska en 1908, y una probabilidad de colisión superior al 3%, alarmaron a los astrónomos. No obstante, nuevas observaciones desde Chile, Hawái y el telescopio espacial James Webb ayudaron a precisar su trayectoria. El riesgo para la Tierra bajó a un insignificante 0,001%, pero la posibilidad de impacto en la Luna aumentó a 4,3%.
Impacto lunar: ¿solo un espectáculo?
Aunque a simple vista podría parecer un fenómeno remoto, el impacto en la Luna liberaría energía equivalente a unas 6,5 toneladas de TNT. Eso generaría un cráter de un kilómetro de diámetro y liberaría hasta 100 millones de toneladas de fragmentos lunares al espacio. Si parte de ese material escapa hacia la Tierra, podría amenazar la estabilidad de la órbita baja terrestre (LEO), donde operan casi el 90% de nuestros satélites actuales.
Efectos visibles… y peligros invisibles
La consecuencia más llamativa sería una lluvia de meteoritos visible desde la Tierra, un evento que, según los astrónomos, no se ha registrado en más de 5.000 años. Sin embargo, lo que no se ve también preocupa: partículas a velocidades extremas podrían dañar satélites, interrumpir comunicaciones, alterar pronósticos del clima y entorpecer misiones espaciales futuras, incluida la posibilidad de bases humanas en la Luna.
Una oportunidad antes del 2032
En 2028, el asteroide pasará cerca de nuestro planeta sin riesgo de impacto. Esa será una oportunidad clave para medir con mayor precisión su curso y preparar posibles respuestas. Aunque la posibilidad del choque sigue siendo baja, los científicos coinciden en que sus consecuencias podrían ser mucho más amplias de lo que sugiere un simple impacto lunar.
