Por: Narciso Obando López, Pbro.
Hoy, nuestro país está viviendo con tristeza tiempos de polarización, alimentada por múltiples causas: Un sostenido y violento conflicto armado, los ecos de la violencia del mal llamado “estallido social”, el descrédito de las instituciones, de los políticos y de la clase política; también por la inseguridad que a diario se vive, a causa de la delincuencia y el crimen organizado y común, los incontables casos de corrupción, las agudas situaciones de injusticia social y una creciente sensación de pérdida de libertad; en fin, la lista es larga.
Prevalece en la esfera pública el lenguaje de la polémica, la descalificación, donde muchos gritan y pocos escuchan. Naturalmente, hay voces y espacios más esperanzadores para revisar por qué las posibilidades de diálogo y acuerdo político se han ido extinguiendo rápidamente, por qué el odio y la violencia de intereses políticos particulares, se tornaron incontrolables y así poco a poco, los colombianos nos estamos transformando en enemigos.
Sin que nos demos cuenta, vivimos el derrumbe de la democracia, provocado por la excesiva ideologización y los proyectos políticos excluyentes, que están dejando heridas abiertas en nuestra sociedad.
Hoy es sumamente importante que, especialmente los católicos, asumamos el compromiso ético con la defensa irrestricta de los derechos humanos. Es necesario que entendamos que la democracia es frágil e imperfecta, pero que aun así la necesitamos; que somos los ciudadanos católicos los que debemos cuidarla propiciando con convicción el escuchar al otro y sentar las bases para un diálogo genuino, que permita ir construyendo los acuerdos necesarios para el progreso de nuestro país, en el que se erradique la violencia como método de acción política.
Católicos y no católicos, asumiendo nuestras diferentes y legitimas visiones acerca del presente y del pasado, debemos trabajar con la esperanza de que a través del diálogo podremos transformar los conflictos en un espacio de crecimiento, y en oportunidades de cambio y mejoramiento de la vida en sociedad.
Una cuestión tan básica como fundamental, es NO considerar a quien piensa distinto como un potencial enemigo, respetando siempre su condición de persona, tiene que ser el primer gran paso para la escucha y el entendimiento en el contexto actual. Hoy quienes queremos la paz y un mejor país para las futuras generaciones, a una sola voz debemos gritar: NO a la polarización, NO a los enemigos de la democracia.

