En medio de los desafíos que enfrentan las comunidades campesinas de Pasto, especialmente aquellas afectadas por el conflicto armado, la Secretaría de Agricultura del municipio ha desplegado un proyecto que prioriza el bienestar rural a través del fortalecimiento de huertas caseras como estrategia clave de seguridad alimentaria.
Esta iniciativa no solo busca garantizar el acceso a alimentos frescos y saludables, sino que empodera a los campesinos víctimas del conflicto con herramientas prácticas, técnicas y educativas para que puedan recuperar su vínculo con la tierra, mejorar su autosuficiencia y diversificar sus medios de sustento.
Actividades formativas
Uno de los principales escenarios de implementación es la finca Jamondino, un predio en comodato destinado a la extensión agropecuaria y comunitaria, donde se concentran actividades formativas, cultivos demostrativos y encuentros de saberes con enfoque rural.
“Estamos trabajando con comunidades que han sido golpeadas por la violencia, pero que siguen apostando por el trabajo digno en el campo. Las huertas caseras son una herramienta poderosa para que estas familias puedan volver a sembrar, no solo alimentos, sino también esperanza”, destacó un vocero de la Secretaría de Agricultura.
Capacitaciones
El proyecto ha beneficiado directamente a asociaciones campesinas y núcleos familiares rurales, quienes reciben material vegetal, asistencia técnica, capacitación en agricultura sostenible y acompañamiento continuo. A través de estos espacios, se cultivan productos como cebolla, lechuga, acelga, espinaca, tomate, hierbas aromáticas y frutales, lo que permite asegurar una alimentación variada y nutritiva.
Uno de los aspectos más valiosos del proyecto es el rescate de prácticas tradicionales y el fomento de técnicas amigables con el ambiente, como el uso de abonos orgánicos, manejo agroecológico de plagas y rotación de cultivos, lo que no solo mejora la salud del suelo, sino que también reduce la dependencia de insumos comerciales costosos. Los testimonios de los beneficiarios evidencian el impacto positivo de esta intervención. Para muchos, ha sido la oportunidad de retomar la agricultura después del desplazamiento forzado, reconstruir tejido social con sus vecinos y alimentar a sus familias con productos cultivados con sus propias manos.
