Manuel Chamorro, religioso.

Padre Manuel Chamorro: “La violencia en manos de niños es una vergüenza para Colombia”

Desde el municipio de Ipiales, el sacerdote y líder político padre Manuel Chamorro Guerrero alzó su voz frente al preocupante panorama de violencia que sacude al país, especialmente cuando los involucrados en hechos criminales son niños o adolescentes. Su reflexión nace a raíz del reciente atentado contra el doctor Miguel Uribe Turbay, caso que ha estremecido a la opinión pública por haber sido presuntamente cometido por un menor de edad.

“Quiero complementar mi reflexión en torno al triste y condenable acontecimiento que es una vergüenza para Colombia y que debe llamarnos a la reflexión a todos y cada uno de nosotros. Lo que yo me pregunto y quisiera contestar es: ¿por qué fue un niño quien disparó contra el doctor Miguel Uribe Turbay? ¿Cuál es la razón de que esto haya sucedido?”

La pregunta del religioso no solo evidencia su desconcierto, sino que representa un llamado de atención a todos los sectores de la sociedad: familia, Estado, Iglesia y ciudadanía.

Disolución moral

El sacerdote, reconocido por su liderazgo tanto religioso como social, sostuvo que después de observar los análisis de expertos —médicos, psicólogos, psiquiatras, sociólogos y políticos— ha llegado a una conclusión desde su perspectiva cristiana:

“Primero que nada, para mí, es la disolución moral en que estamos viviendo los colombianos. Ya estamos llegando a un punto en que no se respeta ni la ley humana ni la ley divina”.

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Llamado

El mensaje del padre Manuel Chamorro no se limita a una crítica, sino que se transforma en una exhortación a todos los colombianos a recuperar los valores que dan sentido y dignidad a la vida: el respeto por el prójimo, la educación en principios y el fortalecimiento de la espiritualidad como cimiento para la paz.

La Iglesia Católica, a través de líderes como él, reafirma su compromiso con el tejido social y espiritual del país, y pide que se redoblen los esfuerzos para proteger a la niñez, no solo de las balas, sino del abandono moral y afectivo que muchas veces los empuja al crimen.