Por: Ricardo Sarasty
El congreso de la república en la democracia colombiana es demasiado importante por ser la columna vertebral del Estado. En tanto que de todo cuanto hace o deja de hacer depende la llamada institucionalidad. Pues tiene entre sus deberes la estructuración del ordenamiento jurídico, en términos coloquiales, es la fábrica de las leyes, tal como lo estipula la constitución política de 1991 en el articulo 150: “corresponde al congreso hacer las leyes”. Función que además de facultarlo para reglar las demás instituciones de carácter público, lo convierte en responsable de crear el marco legal para las privadas. Así se pensó que fuera porque se supone estar conformado por delgados de las comunidades elegidos libremente para ser los voceros de sus consentimientos o reproches, tanto como de sus necesidades e intereses, por lo que las normas creadas por estos representantes de la sociedad toda no deberían contradecir a los ciudadanos que los eligen seguros de estar bien representados, mas nunca suplantados.
Su valor es tan alto que se sobrepone al de las otras dos ramas del poder público: el ejecutivo y el judicial, pues no solo crea las leyes, las reforma o deroga. También entre sus deberes se encuentra el de darle el visto bueno al plan nacional de desarrolla, que es la carta de navegación de las instituciones adscritas a la rama ejecutiva, en cuya cabeza se encuentra el Señor Presidente. A demás de aprobar el presupuesto anual con el que debe de funcionar económicamente el Estado para cumplir con atender las necesidades de las comunidades, dándole viabilidad a muchas de los proyectos de mejoramiento de las condiciones de vida en las comunidades pero que requieren de la aceptación previa del congreso. Es que, así como se ve el ordenamiento administrativo del Estado parece ser que nada en el país se mueve si no lo hace el dedo del congreso, que obra como el de Dios y quizá así debiera de creerse en tanto se piense cual si en la realidad los senadores y representantes actuasen en calidad de delegados del pueblo, por lo que tendría que admitirse que la voz del pueblo es la voz de dios. Pero no ha sucedido ni sucede así.
¿Por qué el congreso no puede ser escuchado como la voz del pueblo? La respuesta directa es, en estos momentos más que en otros, porque dejó de ser parlamento. Tomando como sentido de la sola palabra el derivado de su etimología, conversar o reunirse para hablar. Pues si a esa guachafita armada por los congresistas cuando de debatir se trata se le da el nombre de conversación ¿a qué se le puede llamar cotorreo o habladuría? Cuando lo que menos se nota es que se encuentren reunidos y si amontonados, gritando unos encima de otros. Si por esa sola razón no puede reconocerse como congreso de delegatarios del poder popular a esa montonera, con mayor razón si se advierte nítidamente como en el senado y la cámara de representantes se subordina y se excluye lo público en favor de los intereses privados, como si los senadores y representantes hubiesen sido puestos ahí tan solo por los más ricos del país para que trabajen en pro de sus patrimonios, sin recordar que los votos mayoritarios con los que ganaron pertenecían a los obreros. por lo que no puede ser otra la causa por la que más del 80 por ciento de los colombianos desconfía del congreso, pues no los ha representado, en tanto que lo menos que les importa es cumplir con hacerse oír en defensa de los intereses del pueblo, pero si mostrarse como fieles escuderos de aquellos a los cuales pagan las dadivas recibidas como aportes a sus campañas privilegiando los intereses individuales por sobre el bien común.

