Lyan: 18 días en manos de las disidencias

El caso del secuestro de Lyan Hortúa, un niño de 11 años retenido durante 18 días por disidencias de las FARC en zona rural de Jamundí, ha sacudido al país por la crudeza de los detalles que continúan saliendo a la luz. Uno de los testimonios más impactantes fue revelado por la personera delegada de Cali, quien acompaña el proceso de atención integral al menor.

“Lyan, con sus uñas, hacía líneas en la pared para contar los días”, relató la funcionaria, visiblemente conmovida, durante una mesa de trabajo convocada por las autoridades en el municipio vallecaucano.

El niño, según explicó la personera, buscaba una manera de no perder la noción del tiempo mientras permanecía aislado, en condiciones aún no completamente esclarecidas y bajo constante vigilancia armada.

Actualmente, Lyan recibe atención médica y psicológica. Aunque intenta mostrarse fuerte, las señales del trauma son evidentes. “Su cuerpo y su mente reflejan el impacto de haber sido privado de su libertad durante casi tres semanas”, explicó la funcionaria, quien además advirtió sobre la gravedad de estos hechos en contextos donde la infancia debería estar protegida y no expuesta a la violencia.

Urgente llamado al Estado

El secuestro de Lyan ha reactivado las alarmas sobre la presencia de grupos armados ilegales en el suroccidente del país, y especialmente en zonas como Jamundí, donde se ha reportado un preocupante control territorial por parte de disidencias.

“No podemos permitir que los niños sigan siendo víctimas del conflicto armado. Es urgente que el Estado retome el control de estos territorios y garantice la seguridad de sus habitantes”, sentenció la personera.

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En la mesa de trabajo participaron representantes de la Defensoría del Pueblo, la Procuraduría General de la Nación y otras entidades que ahora acompañan a la familia del menor. Paralelamente, continúan las investigaciones para esclarecer cómo ocurrió la retención del niño, quiénes participaron y qué papel desempeñaron las autoridades locales y nacionales durante su desaparición.

Un símbolo de resistencia infantil

La historia de Lyan ha conmovido a millones de colombianos y se ha convertido en un símbolo de la resiliencia infantil en medio del conflicto. Su simple acto de marcar los días con sus uñas en la pared se ha transformado en una imagen poderosa que resume el dolor, la esperanza y la urgencia de actuar para proteger a la niñez colombiana.