Carlos Santamaria

Los secretos para crear conflictos

Por: Carlos Santa María

En tiempos donde la humanización debería regir los destinos de la sociedad, hay personas especializadas en crear conflictos, fracturar amistades, destruir organizaciones, consolidar enfrentamientos, todo ello dentro de un inconsciente respecto a lo que provocan o simplemente el deseo de sentir emocionalmente el fracaso del otro.

Una primera fórmula es odiar a todo aquel que tenga una forma distinta de ver el mundo, su familia o procesos sociales diferentes, de tal suerte que internamente nazca una energía negativa que impide pensar y simplemente invita a hablar o expresar la imagen más negativa del supuestamente contrario. El odio provee el combustible para edificar crisis.

La amargura personal producto de las frustraciones por no ser más que otros, no poseer amistades sólidas, verse a si mismo como inferior, y no saber como resolver estos absurdos, llevan a despreciar a quien vive mejor por obra de si mismo, los privilegios, físicos mejor formados o esculturados artificialmente, es decir, la impotencia de no ser mejor que otros lleva a decir negativamente lo que sea posible de quienes lo rodean.

Un tercer “secreto” es carecer de principios sólidos y opinar según los vientos cambien a favor de una u otra posición, buscando siempre algo que lo favorezca independientemente de lo correcto o incorrecto que sea. Son personas que defienden lo indefendible solo por tener beneficios propios, egoístas, sin considerar lo justo del actuar por lo cual se enfrentan únicamente por su propio ego y bienestar.

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Finalmente, aunque existen otras herramientas de error, el complejo de inferioridad es uno de los utensilios que provoca más conflictos ya que es la forma en que la gente quiere llamar la atención haciendo creer que es mucho más que otros debido a que no lo es, insultando a quien considera su inferior, maltratando a los “inferiores”, destacando sus proezas o pergaminos agrediendo para demostrar su valía que pocos perciben.

Comprender estas debilidades, enriquecidas con la humildad entendida como la comprensión de la imperfección humana, ayuda a mejorar ostensiblemente las relaciones armónicas.