Las esperanzas de mejorar la vida de una emprendedora

A orillas de la carretera que serpentea hacia el municipio de Nariño, donde el viento transporta aromas silvestres y los ciclistas encuentran respiro en su camino, se encuentra un pequeño pero colorido puesto de jugos. Allí, entre canastas de frutas frescas y recipientes llenos de hielo, trabaja Adriana Cristina Tabla, una mujer que ha convertido su pasión por los sabores naturales en una fuente de sustento y esperanza.

Con una sonrisa que intenta esconder la preocupación, Adriana recibe a cada cliente con la misma energía que la caracteriza desde hace años. Su carta de jugos incluye combinaciones tradicionales como naranja con zanahoria o mandarina pura, servidas con esmero en vasos rebosantes de color y vitalidad. Pero detrás de ese servicio, se esconde una realidad compleja: las ventas han disminuido significativamente en las últimas semanas.

“Las ventas han estado muy malas”, confiesa sin rodeos. Y no es la única. Como ella, muchos comerciantes de la región están viendo mermar sus ingresos por factores como la disminución del turismo, el alza en los costos de los insumos, los cambios en el clima y, sobre todo, el impacto que ha tenido la situación económica nacional en el bolsillo de los consumidores.

El caso de Adriana no es solo una historia comercial: es una lección de perseverancia. Durante años ha levantado su emprendimiento desde cero, sin ayuda institucional, confiando en su talento y en el poder de las frutas como alternativa saludable a las bebidas procesadas. “Aquí no hay químicos, no hay conservantes. Solo fruta, hielo y trabajo”, dice con orgullo mientras exprime una naranja. A pesar de las bajas ventas, Adriana no se rinde. En lugar de reducir su calidad o abandonar su punto de venta, ha buscado maneras de reinventarse: promociones por volumen, jugos temáticos según la temporada, e incluso presencia en redes sociales, donde promociona sus productos a través de fotos coloridas y mensajes positivos.