Harvey Rosero, el alma humilde detrás de Quinti

Detrás del éxito de Quinti, el restaurante de comida peruana que ha conquistado los corazones —y los paladares— de muchos en Pasto, hay una historia tejida con amor, fe y persistencia. Harvey Rosero, un instructor del SENA, nunca imaginó que seguirle la corriente al sueño de su esposa se convertiría en el proyecto más transformador de su vida. Ella soñaba con un restaurante que fusionara los sabores del Perú con la riqueza del Pacífico colombiano, y él, sin pensarlo mucho, decidió hacerlo realidad.

Así nació Quinti, que en quechua significa colibrí, símbolo de belleza, esfuerzo y ligereza. Desde el inicio, este emprendimiento familiar tuvo claro su propósito: ser más que un lugar de comida. Harvey estableció un principio que se volvió su sello: contratar principalmente mujeres de la región, muchas de ellas cabezas de familia, mujeres que nunca habían cocinado un camarón, una langosta o un pescado, pero que traían consigo un ingrediente invaluable: las ganas de aprender.

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“Este lugar es más que una cocina, es un hogar para todas”, dice Harvey, mientras sonríe al ver a sus colaboradoras dominar técnicas que hace un año les parecían imposibles. Él mezcla sus conocimientos sobre la cocina peruana con el sabor pastuso, creando platos que hacen cerrar los ojos al primer bocado.

Humilde, apasionado y constante, Harvey cree que cocinar es un acto de amor. Y en cada plato de Quinti, hay una historia de lucha, de mujeres valientes, y de un hombre que cree que los sueños, cuando se comparten, vuelan alto. Como un colibrí.