Ayer al levantarme para venir aquí a DIARIO DEL SUR, me encontré en la radio con la triste noticia de la muerte del Papa Francisco.
Confieso que, a pesar de sus serios quebrantos de salud, la noticia me sorprendió puesto que el Domingo de Resurrección lo vi a través de la televisión y no me pareció una persona que se encontrara al borde de la muerte. Fiel a lo que fue su apostolado de 12 años, el último mensaje de Francisco fue una petición de paz, en sectores como la Franja de Gaza y otros lugares del mundo, afectados en estos momentos por la guerra. Luego se acostó y su muerte fue anunciada a las 7:35 de la mañana, hora de Roma, que, si mal no estoy, en Colombia, viene a ser como la 1:35 de la mañana, por lo cual todos estábamos dormidos.
Siempre he pensado que a Francisco lo eligieron para afrontar los difíciles momentos por los que atravesaba la Iglesia Católica hace 12 años, con una alarmante pérdida de la fe, escándalos de corrupción no solo de plata sino de pederastia, por lo que se necesitaba de una urgente renovación y el Cardenal, mi tocayo Jorge Mario Bergoglio, era en sí mismo, una representación de esa renovación, por muchas primeras veces, como ser el primer papa latinoamericano y el primer jesuita en llegar al cargo más alto de la iglesia católica y también, el primero en hablar de fútbol y confesar que era un acérrimo hincha de San Lorenzo de Almagro, por lo que supongo, que supo muy bien, lo que era el sufrimiento.
El Papa Francisco cumplió su promesa de visitar Colombia, una vez fuera firmado el acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc. Eso pasó en el 2016, por lo que Francisco nos llegó al año siguiente. De esa visita, recuerdo que, en Cartagena, cuando iba en su papamóvil por saludar a un niño, se golpeó un ojo, el cual le quedó según la expresión que usó, “como una compota” o como sí, Antonio Cervantes, nuestro famoso Kid Pambelé le hubiera aplicado un jab. El papa Francisco tomó ese incidente con mucho humor y las cosas no pasaron a más, aunque yo estoy seguro que le tuvieron que colocar un filete de carne. Finalmente tendría que decir que las muertes de los papas, siempre me traen el recuerdo, de cuando siendo un joven periodista, estando de turno de la noche en el periodico en el que trabajaba en Cali, se murió el Papa Pablo VI LO que obligó a mi llamada al director y todo eso. Treinta y tres días después, me tocó otro turno de noche y se murió su sucesor, el papa Juan Pablo I. Otra llamada pasada la medianoche al director, quien no me creyó y llegó a insinuar que había estado tomando. ¡Qué injusticias de la vida!

