Otro golpe al microtráfico en Duitama
En una nueva operación contra el microtráfico, las autoridades lograron la captura de un hombre por el delito de tráfico, fabricación y porte de estupefacientes. El operativo se llevó a cabo en los sectores de las comunas 6 y 7, donde se incautaron:
- 256 gramos de marihuana,
- 21 gramos de bazuco,
- 14 gramos de clorhidrato de cocaína,
- una gramera digital y
- un celular.
El capturado fue puesto a disposición de la autoridad competente para su respectiva judicialización.
Una ley que atrapa… pero suelta
De acuerdo con el artículo 376 del Código Penal Colombiano, este delito puede representar entre 8 y 18 años de prisión. Pero en la práctica, la historia es otra. Si la cantidad incautada no supera el umbral mínimo para presumir el ánimo de tráfico, el proceso se diluye y las puertas de la estación se abren de nuevo, como si nada.
Y es ahí donde explota la rabia ciudadana. “Los cogen, sí, pero al otro día están como Pedro por su casa. ¿Hasta cuándo este jueguito con la ‘justicia’?”, cuestionan varios duitamenses.
Operativos que se sienten… pero no duran
La captura fue producto de un trabajo conjunto entre la Policía Nacional, la Fiscalía y la Administración Municipal. Un esfuerzo que, aunque se reconoce, se está quedando corto si no va acompañado de presencia constante y castigo real.
Barrios como La Milagrosa, el antiguo terminal y zonas de la comuna 7 siguen clamando por acciones sostenidas. “Hacen un allanamiento y ya, se desaparecen hasta el próximo escándalo. Aquí lo que hace falta es constancia, presencia real”, reclama una habitante visiblemente molesta.
Porque no se trata solo de mostrar resultados en redes sociales. Se trata de que el cambio se sienta en las calles, donde todavía hay esquinas dominadas por jíbaros, miedo y silencio.
Y ojo, porque no todo es palo. También hay que reconocer que las autoridades sí están trabajando, y duro. Muchas veces el problema no es la Policía, ni quienes arriesgan su integridad en los operativos. El problema aparece cuando el capturado pasa al siguiente filtro, y ahí, entre leyes flexibles, vacíos judiciales o decisiones que nadie entiende, termina otra vez libre.
El esfuerzo operativo no es solo físico: hay planificación, seguimiento, trabajo de inteligencia, recolección de pruebas, articulación con Fiscalía… y cuando todo eso se va al piso porque a los dos días el delincuente vuelve a rondar las mismas esquinas, la sensación de frustración también la viven los uniformados.
Un delito que no solo destruye cuerpos
El microtráfico no es un asunto menor. Destruye barrios enteros, recluta menores, normaliza la ilegalidad y genera cadenas de miedo difíciles de romper. Los consumidores cada vez son más jóvenes, los vendedores más descarados, y las redes delictivas, más enredadas en la rutina del barrio.
Mientras las estructuras criminales se perfeccionan, la respuesta del Estado sigue a medio camino. Y la comunidad, que antes callaba, hoy ya no come entero.
Capturan, sí. Pero al otro día están como Pedro por su casa. La gente ya no aguanta más jueguitos con la justicia.
Desde la Alcaldía y la Policía reafirmaron su compromiso con la lucha contra el microtráfico. Pero la gente fue clara: no basta con capturar. Hay que asegurar que el capturado pague.
Porque si la ley sigue siendo blanda, mañana amaneceremos y veremos si el tipo duerme en la URI o regresa a vender droga frente a nuestros hijos.
La seguridad no puede ser solo un hashtag. Tiene que vivirse, respirarse, sentirse. Porque las capturas están bien. Pero justicia… quién sabe.

