Por: Ricardo Sarasty
A solo un año de las elecciones para elegir presidente no hay solo uno, hay un montón de candidatos que se creen con las suficientes capacidades para gobernar el país. Hombres y mujeres que ya alistan motores para salir a la caza de votos sin que nadie se anime a pedirles sensatez, por el contrario, detrás de cada uno de ellos les sigue un séquito conformado por amigos de los cuales cualquiera podría asegurar o que están ahí por simple mamadera de gallo o como un acto de protesta en contra de una modelo de democracia que todo lo admite, como si ponerle límites a la libertad fuera atentar en contra de ella y no guardarla en el respeto. Contrario a lo que debería pensarse con tantos candidatos dispuestos a jugarse el pellejo con tal de poder llegar a La Casa de Nariño para poder asentar las nalgas en el solio presidencial, lo lógico sería elogiar el modelo de gobierno y hasta sentir cierto airesito fresco mientras se pensaría en lo afortunado de esta patria al contar entre sus ciudadanos con tantos hombres y tantas mujeres con ínfulas de presidenciables. Pero no es así, porque la reacción no puede ser más triste, menos satisfactoria y peor que cualquier otra ante el miedo de que existan serías posibilidades de ganar en cualquier de estas candidaturas.
“Si uno vive en la impostura/ Y otro afana en su ambición/ Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos/ Caradura o polizón” se oye decir en el tango de Enrique Santos Discépolo, como si más que un tango compuesto para ser cantado como la diatriba que pone de presentes hasta donde ha calado la decadencia en la sociedad, tanto que cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón. Pues ya no se distingue ni siquiera a los locos esos que van por ahí desvariando entre los supuestos normales, de entre quienes tampoco se puede señalar con certeza de que lo sean en tanto que toman en serio a todo aquel o aquella que vocifera, insulta, empuja y amenaza. Reza, aconseja, formula y hasta hace reír en donde quiera que esté, ya como influenciador a través de las llamadas redes sociales o como líder de opinión en una emisora, revista o periódico. Lo peor es que ahora salen a mostrarse como candidatos a ser gobernantes porque saben que hay gente dispuesta a elegirlos y no poca, pues se vive en una época en la que se cree en ellos tanto más cuanto más estrafalarios se muestren. con diferencia a aquellos días en los que se los ubicaba en el lugar reservado para los personajes pintorescos caracterizados por sus atuendos muy particulares y su locuacidad incansable, por lo que se dieron a conocer como los candidatos eternos en todas las elecciones, convertidos así en el toque divertido, propio de un acto tan serio como lo es el de elegir a los gobernantes.
Hasta el momento se cuentan 18 y tiemblen porque la lista sigue abierta y se esperan más. Estremézcanse pensando en que junto al próximo presidente se va a tener que ver también recintos como los del congreso albergando en sus entrañas otro tanto de enajenados, iguales o peores de los que pretenden ser presidentes. Pues si con los que hoy van y vienen en por entre las curules del senado y la cámara de representantes, ya la democracia tiembla y con ella el país todo, con otro tanto más en las próximas legislaturas de verdad que se debería clamar como lo hizo Cicerón en su momento: “¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?” motivado por la angustia al ver como el gobierno de Roma se venía abajo empujado por personajes nefastos revestidos de poder. ricardosarasty32@hotmail.com

