Por: padre Narciso Obando
En estos tiempos tan difíciles que nos toca vivir, donde vale más la vida de un animal que la de un ser humano, donde la gente mata por conseguir dinero, donde las personas pasan por encima de quien sea con tal de salirse con la suya, donde el poder y la justicia está en manos de los delincuentes y por eso no se hace justicia, precisamente en este tiempo más que nunca hay que vivir con esperanza.
Este tiempo sólo se puede enfrentar con esperanza, que es la que da apoyo y vigor a nuestra vida. Si lo vemos así entonces podremos hacer frente a las dificultades que la sociedad y el mundo nos presentan porque esta esperanza se fundamenta en la fe y se nutre de la caridad, es decir, del amor y de este modo hace posible que sigamos adelante en la vida.
Cuando aumentan las dificultades y la esperanza parece derrumbarse frente al sufrimiento, pero solo parece, ya que en realidad es lo que nos mantiene de pie. Aquí entra en juego la paciencia, otra virtud que mantiene viva la esperanza y la consolida como estilo de vida.
La esperanza es saber que existe un bien mayor y que es alcanzable, aunque sea complicado o lejano. La esperanza surge cuando tenemos en la mira un bien mayor que no es tan fácil de alcanzar pero es posible.
También podemos fomentar en nuestros hijos la esperanza ayudándoles a que se den cuenta de qué hay personas que la pasan peor, que tienen menos, que les hacen falta más cosas que a ellos. Esto les ayuda, pues fomenta el buen ánimo y favorece una mejor actitud ante la adversidad, pues se pueden dar cuenta de todas las cosas buenas que tienen y esto debe darles aliento para mantener la esperanza viva. El agradecer lo que sí tienen, los hace humildes y sencillos para reconocer la grandeza de las cosas pequeñas que ayudan a alcanzar esa gran meta o bien supremo.
Con esperanza podemos ponernos metas alcanzables a corto, mediano y largo plazo. Si todas sus metas fueran a largo plazo, sería muy fácil perder la esperanza. Es por esto que es necesario que se pongan metas pequeñas, fácilmente alcanzables; metas a mediano plazo que impliquen un poco más de esfuerzo, y por último, metas a largo plazo que impliquen grandes esfuerzos, pero que nos lleven a un bien mayor. Es muy bueno que estas metas las tengamos anotadas para que sean sostenibles en el tiempo y que, con el paso del tiempo, no se pierdan ni se olviden.
Es importante que constantemente estemos revisando cómo vamos en el camino de alcanzar nuestras metas e ir marcando nuestros avances y así ver que cada vez es más cercana la posibilidad de alcanzar nuestra meta. A nivel familiar, es importante que tengamos espacios para que nuestros hijos compartan sus avances, sus esfuerzos, las metas cortas alcanzadas, y también sus anhelos en alcanzar las metas más lejanas o más altas.
Es importante que tanto nosotros como nuestros hijos tengamos claro, que lo que vale la pena cuesta trabajo. También ser conscientes que debemos estar preparados para brincar los obstáculos que la sociedad, las condiciones económicas, políticas y sociales, nuestra condición física, las personas que nos rodean o las carencias tecnológicas, podrán ponernos para cumplir esta meta.

