Luis Eduardo Solarte Pastás

EL REINADO DEL MAS FUERTE

Por: Luis Eduardo Solarte Pastás

El “pulpo” de la violencia con sus macabros tentáculos en este gobierno de Gustavo Petro, se ha hecho ahora visible en la región del Catatumbo, Norte de Santander, en dónde ya van más de 80 muertos y más de 30 mil desplazados.

Sin embargo, en otras zonas del país también ese “pulpo” expande sus tentáculos como es el caso de Nariño, Cauca. Choco, Caqueta, Guaviare, etc. Así que no nos extrañe si algo parecido con lo que sucede allá, pueda suceder más tarde en otras regiones del territorio nacional.

Y todo eso demuestra que prácticamente, la famosa y romántica frase de Petro de que iba a ser el presidente de la » paz total», sólo se ha quedado en una simple frase, la cual  a  estas alturas ni siquiera ya los de la «primera línea» la pronuncian por vergüenza ante tantas muertes y masacres de gente inocente, líderes sociales y defensores de derechos humanos.

Pero lo más triste de todo, es que los que ayer gritaban a todo pulmón y enceguecidos por los incendiarios discursos del hoy jefe de Estado: “nos están matando”, cada vez que moría un líder social, ahora guardan un silencio cómplice frente a la violencia desbordante que azota al país, en el que su presidente prefiere ir a visitar la pobreza de Haití antes que hacerle frente a la muerte de tanta gente y el dolor de los desplazados que le respiran en la nuca.

Pero, Petro mira el pasado y pareciera que tuviera miedo de enfrentar una realidad que se está encargando por sí sola de demostrarle que le quedó grande el manejo político-administrativo de Colombia para buscar no sólo su “paz total”, sino también la justicia social con equidad en favor de los colombianos. 

Así las cosas, en Colombia la violencia ha dejado de ser una simple palabra que años atrás permitía saber con certeza quién o quiénes eran los que ponían los muertos. Sin embargo, en el actual mandato de Petro resulta imposible poder determinar a ciencia cierta si los cadáveres que ruedan por campos y ciudades pertenecen a los grupos subversivos, a los paramilitares, a la delincuencia organizada o común, a los defensores de los derechos humanos, o a una población civil.

Aunque, lo cierto de todo es que innumerables madres, esposas e hijos lloran a uno o varios de sus seres queridos, así estos hayan o no participación alguna en la ola de terror y de desangre que impide cada  vez más la consecución de una auténtica paz con justicia social y equidad para un pueblo colombiano ansioso de ella.

Frente a ese desolador panorama  de destrucciones y muertes en que se halla sumido el país se ha perdido el respeto por la persona humana. “Nos volvimos un país animalesco, selva, es decir, reinado del más fuerte, del más astuto”.

Pedir, clamar a gritos para que quienes tienen las fórmulas y mecanismos dentro del ámbito legal o fuera de él que salven a nuestra querida patria, pienso que cada vez se convierte en una utopía, así el presidente Gustavo Petro saque de la manga la declaratoria de la Conmoción Interior, porque nadie, absolutamente nadie de los actores de esta guerra absurda y sin nombre, quiere aceptar el monopolio de la violencia y decir esta boca es mía para atribuirse la muerte de tantas personas inocentes.

solarpastas@hotmail.com