Por Mauricio Fernando Muñoz Mazuera
Mientras otros duermen, los pastusos no descansamos, porque en medio de la oscuridad de la noche, la luna y las estrellas se convierten en cómplices inmejorables de las creaciones que maravillan al planeta año tras año, y que con seguridad, continuaran atrayendo a estas inhóspitas tierras a hombres y mujeres de todos los puntos cardinales para vivir lo que, sin lugar a dudas, es el mejor carnaval del mundo, nuestro Carnaval de Negros y Blancos, patrimonio inmaterial de la humanidad.
Es momento de resaltar al niño y a la niña, al joven y al adulto, que se reúne en la calle de El Colorado o en las demás calzadas de nuestro municipio, a transformar el gris asfalto en un tapiz de colores, de alegría, de sueños e ilusiones, que sin importar la inclemencia del tiempo, es el lienzo inmejorable sobre el que, cada participante del arcoíris en el asfalto, deja su impronta eterna.
Enaltezcamos a los artistas que, el 31 de diciembre, con mofa y sarcasmo, nos sacan una sonrisa en medio del desfile de años viejos, personas que le hacen un quite a la realidad que vivimos durante todo el calendario y que, usando su creatividad, se burlan de alcaldes, gobernadores, políticos y politiqueros, incluso, tienen espacio para aquellos a quienes, la investidura de congresistas les salió en un paquete de chitos marca “El Ubérrimo”.
Y sin importar que el organismo que está al frente del Carnaval los desdeñe y los trate como un cero a la izquierda, desconociendo que en ellos está el futuro de nuestras fiestas carnestoléndicas, es el turno de ensalzar a las niñas, niños y jóvenes que tomaron parte del desfile del carnavalito el día 2 enero, quienes, sin importar la torrencial lluvia que baño el Valle de Atríz desde las primeras horas de aquella mañana, estuvieron prestos a iniciar su recorrido por la senda del carnaval; sus trajes empapados, o deslucidos por el barro sobre el cual tuvieron que ubicarse esperando el arranque del recorrido, no fueron un impedimento para que brillaran con toda intensidad y maravillaran a propios y visitantes, demostrando una vez más que, la risa y el juego, son la mejor medicina para las caras aburridas y la burocracia recalcitrante.
El canto a la tierra y sus colectivos coreográficos deben ser ponderados, puesto que el esfuerzo sobre humano que hacen los participantes de este encuentro, son muestra de la pastusa y el pastuso altivo, el que no desmaya ante nada ni nadie. Es deber destacar a los participantes en el desfile de la Familia Castañeda, quienes con las uñas, intentan mantener viva nuestras historias, nuestras tradiciones y la idiosincrasia que nos representa.
No olvidemos a los negritos y su 5 de enero, y en especial a aquellas mujeres y hombres que mantienen esta tradición, que nos une atemporalmente con nuestros antecesores, quienes con el pretexto de la respetuosa “pintica” le dieron forma a esta tradición.
Y una gran ovación debe resonar, desde el mar hasta el Galeras, para nuestros cultores del carnaval, quienes con sus disfraces individuales, murgas, comparsas o Carrosas, deleitaron a propios y visitantes en el desfile Magno del 6 de enero, día en el cual el mundo mira a Pasto, y Pasto retribuye esta atención con un derroche de creatividad, color y magnificencia, dejando en claro que en este rincón del sur de Colombia vive un pueblo único y con una creatividad sin límites.
Después será el tiempo de hablar del desastre de organización por parte de Corpocarnaval, o el despropósito de senda o del rencauche de los grupos, que no lograron acreditarse, en cuanto desfile podían, o del pago de dadivas para hacer que, quienes no pasaron sus eliminatorias pasen, o del desconocimiento de la trayectoria de grupos insignes en nuestra cultura, o de las roscas agobiantes, o del consumo de alcohol y otras sustancias en la senda del carnaval o incluso del silencio cómplice del gremio de artistas… hoy es el momento de decir ¡Que viva Pasto! ¡Que viva el artista y el cultor! y ¡Que viva nuestra tierra carajo!

