¡CARAJO!

Por: Chucho Martínez

Los carnavales de Pasto son la más viva expresión de libertad para hacer lo prohibido, transgresión autorizada de los buenos modales, el mayor acto de irreverencia social de los pobres para liberarse de la aturdidora rutina que nos imponen los ricos y los políticos mediocres, paréntesis alborozado a la cotidianidad, insubordinación ante lo impuesto, catarsis y descarga de energías acumuladas en todo el año, purga para expulsar los malos espíritus e insolencia contra los dogmas y la sumisión. Es cultura popular elaborada a lo largo de los siglos que se contrapone a la cultura de las clases dominantes. Es el espíritu de irreverencia y risa, como una forma de vida creativa que afirma la renovación popular.  Énfasis en lo terrenal y lo grotesco, destrucción simbólica de la cultura oficial y la autoridad en su propio espacio y tiempo.

Es la hibridación magistral de lo indígena con lo afrodescendiente y lo europeo que en Nariño le da un toque celestial cosa que no ocurre con otros carnavales. Hasta nuestro diablo es diferente: es alegre, amistoso, tierno y sincero que no nos lleva, sino que se queda jugando con nosotros. Este fenómeno cultural cada vez se llena de más vitalidad por su sincretismo mágico entre saberes tradicionales e ilusiones posmodernas que atrae extasiados a propios y extraños.

La pintica es una máscara que te pones un día de fiesta para ser otro y esconder tu cara para disfrutar en más libertad y fingir obediencia al santoral cristiano; pero la máscara te la pones solo un día de fiesta; porque si la usas siempre eres un hipócrita. Y los pastusos vivimos sin máscaras por eso no nos quiere la derecha de este país y la mojigatería traicionera de muchos godos parroquiales.

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En suma, es un acto subversivo de un pueblo que por un día se convierte en amo absoluto, levantado en almas en un ritual revolucionario del espíritu para el encuentro entre hermanos –desconocidos hasta el carnaval- en un cueche de esperanzas. Con el Chato Guerrero cantamos: “no me trajo la cigüeña sino la guaneña”.

Hoy, descansan las zampoñas, cununos, quenas, tambores, acordeones, guitarras zancos, danzantes y artesanos, hasta el próximo carnaval o hasta que la sociedad los convoque en otro estallido social que en Nariño también fue un carnaval irreverente.