La Superintendencia de Salud emitió, el pasado 20 de septiembre, la Circular Externa 2024150000000011-5. Se trata de un mamotreto, cuyo contenido, cuyas determinaciones, impartidas con carácter de obligatoriedad, son profundamente inmorales, sencillamente aberrantes y criminales.
El documento en mención, como sucede con tantos otros de nuestras Cortes y otros organismos oficiales, refrenda el fatal desconocimiento o la negación de la existencia de una Ley Natural, que, por serlo, es anterior y está por encima de toda ley positiva.
Dicho desconocimiento o negación llevan, inevitablemente, a aberraciones como son el presentar como un derecho el asesinato de los no nacidos, o la eliminación por eutanasia de quien sufre o es considerado inútil, o la asimilación con el matrimonio de uniones anormales y abominables, o la corrupción de los niños y adolescentes mediante la imposición de la ideología de género.
La mencionada circular trae a cuento más de 25 resoluciones de nuestra Corte Constitucional, siempre tan deslumbrada en materia de ética y tan empeñada en minar los cimientos cristianos de la sociedad colombiana, que supuestamente dan pie a las escabrosas normas de la Supersalud.
Es un intento siniestro, sellado con veladas y tortuosas amenazas de sanción, de promover, como algo positivo, normal y hasta plausible, la perplejidad afectivo-sexual y el cambio de sexo; es decir, violentar la naturaleza, otorgarle el sello de normal a lo que no lo es, torcerle el cuello a lo establecido por el Creador del hombre y de todo cuanto existe.
Resulta casi risible afirmar, como lo hace que “a los cinco años los niños desarrollan su identidad de género” ¿Se habrán asomado los togados de la Corte y el Superintendente Leal a un manual de sicología evolutiva? No parece.
Y basándose en semejante disparate, establece la Circular que los niños, óigase bien, tienen derecho a pedir, y los médicos obligación de atenderlos, que se les practique una intervención quirúrgica o se les suministre una medicación para cambiar de sexo, y que no solamente no es necesario, sino que constituye una intromisión indebida, pedir o esperar la autorización o aprobación de los padres.
Y más desatinos: “Los menores de edad son los únicos que pueden decidir sobre su vida y libertad, las cuales incluyen el sexo como elemento relevante de su identidad” ¡Por Dios!
Esta Circular de la Superintendencia es una verdadera infamia. Habría, por ejemplo, que hacer énfasis en que con esas determinaciones violan y pisotean de forma imperdonable el derecho y la autoridad de los padres de familia.
Y, atérrense ustedes: El presidente ha tratado de delincuentes a unos padres de familia que han protestado contra este adefesio moral de la superintendencia, y ha amenazado con denunciarlos penalmente. Ante esta actuación abusiva y grotesca de la Superintendencia, deberían darse una protesta y rechazo multitudinarios de la sociedad colombiana. Dejemos oír nuestra voz de rechazo ante estos atentados contra la inocencia de nuestros niños.

