A los niños y niñas no se los toca

Los crímenes y abusos sexuales contra niños son una de las violaciones más atroces de los Derechos Humanos. El reciente crimen de Sofía Delgado, una niña de solo 12 años, ocurrido en el Valle del Cauca, ha conmocionado al país y nos obliga a reflexionar sobre la cultura de la impunidad que parece prevalecer en nuestra sociedad. Esta tragedia no es solo un hecho aislado; es un síntoma de un problema más profundo que nos afecta a todos como comunidad.

Sofía no es solo una víctima; es un recordatorio de nuestra responsabilidad colectiva. Cada vez que un niño sufre un abuso, todos nosotros fallamos como sociedad. Las familias, las instituciones y el Estado deben unirse para proteger a nuestros menores.

La falta de acción y la normalización del silencio en torno a estos crímenes son inaceptables. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras nuestros niños son vulnerables a este tipo de violencia.

Es alarmante que, a pesar de la existencia de leyes que protegen a los niños, la aplicación de estas es a menudo ineficaz. Las denuncias quedan sin respuesta y los agresores, en muchos casos, siguen en libertad.

El caso de Sofía no solo revela la brutalidad de su asesinato, sino también la ineficiencia de un sistema que debería estar diseñado para proteger a los más indefensos. Es fundamental que la justicia actúe de manera contundente, no solo en este caso, sino en todos aquellos que han quedado en el olvido.

La violencia sexual contra niños es un tema tabú que debe ser abordado con urgencia. La educación sexual integral en las escuelas es crucial para empoderar a los niños, enseñándoles a identificar situaciones de riesgo y a buscar ayuda.

Además, es vital que se fomente un entorno en el que los menores se sientan seguros para hablar sobre sus experiencias. La estigmatización y el miedo deben ser erradicados para que las víctimas puedan encontrar la voz que a menudo se les niega.

Debemos exigir políticas públicas efectivas que garanticen la protección de nuestros niños, así como recursos suficientes para la prevención y atención de víctimas. La erradicación de este flagelo no es solo una responsabilidad del Estado; es un deber moral que recae en cada uno de nosotros.

Finalmente, es fundamental recordar que cada niño merece un entorno seguro y amoroso. La memoria de Sofía y de todos los niños que han sufrido abusos debe ser honrada con acciones, no con palabras vacías.

Es hora de alzar la voz y actuar en contra de esta violencia inaceptable. No podemos permitir que el dolor de una sola víctima se convierta en una estadística más. La lucha por la protección de nuestros niños es una causa que debemos asumir con valentía y determinación.