Padre Narciso Obando

¿JUSTIFICANDO LA CORRUPCIÓN?

La corrupción sigue siendo uno de los mayores problemas que afectan el desarrollo de nuestro país, ya que son inmensos los terrenos invadidos por la ella, hoy incrementada aún más por legiones de personas que se incorporan al juego del poder y el dinero fácil.

La corrupción es un término tan amplio que se encuentra en todos lados, notablemente visible cuando salen a la luz pública los escándalos de índole financiero, que involucran sumas multimillonarias.

No tenemos derecho a olvidar que a la corrupción la define la realidad de quien la sufre, no de quien la goza. Querido lector, no hay corrupción buena u opinable; es mala a secas.

Hoy nos encontramos en un momento de agotamiento ciudadano ante los grandes escándalos de corrupción que se siguen haciendo públicos, en gran parte, gracias a la importante labor de los medios de comunicación. Pero detrás va quedando un camino de desconfianza, dolor y de daño profundo en nuestra relación con el gobierno, autoridades y representantes.

¿Hasta cuándo tendremos que soportar escándalos de corrupción? ¿En qué momento se dejarán de transar decisiones públicas mediante contratos amañados? ¿Cuándo terminará la manipulación de procedimientos legales para favorecer intereses políticos? ¿Hasta cuándo seguiremos sometidos por promesas vacías de “cambio” de prácticas de gobierno?

No más corrupción, no más esa forma de hacer política donde el fin cree justificar los medios. Mientras los entes competentes hacen enormes esfuerzos por investigar los graves escándalos que evidenciamos, la ciudadanía se queda con un sinsabor, una impotencia, un dolor profundo.

El ejemplo más reciente lo tenemos al ser reveladas presuntas irregularidades por posible violación de topes en cantidades millonarias en la pasada campaña del actual presidente de la república, que pisotean las raíces más profundas de nuestra sociedad.

Mientras que las investigaciones avanzan, requerimos respuestas al incendio que está en la propia casa del gobierno nacional y que demanda una alta dignidad para enfrentarlos, no defendiéndose de la culpa sino actuando con responsabilidad.

Queremos respuestas directas a estas denuncias y no evasivas que minan la libertad de prensa, que se centran en una defensa de persecución y no responden a lo que sus gobernados queremos conocer. Respuestas que también deben venir de un congreso cuyas labores siempre están bajo un manto de duda respecto a la verdadera independencia de varios de sus miembros implicados en los escándalos.

Todos debemos ponernos de acuerdo sobre qué tipo de país queremos. Cuando digo todos me refiero a todos. Pedimos a toda la institucionalidad que obre activamente, que se tomen las acciones necesarias, que los responsables paguen por todo el daño que han causado, que haya responsabilidad política, y que evitemos este tipo de corrupción se siga expandiendo como un cáncer que mata nuestro derecho a un gobierno legítimo y decente.