Por: Alina Constanza Silva
El cambio de ruta del desfile del Carnaval de Negros y Blancos ha generado un debate intenso en la ciudad de Pasto. Mientras algunos ven en esta decisión una oportunidad para renovar y mejorar la experiencia del evento, otros expresan su escepticismo y preocupación por la logística y el impacto en la ciudad.
Como periodista, me preocupa el cambio de ruta del tradicional desfile del Carnaval de Negros y Blancos en Pasto, que se llevará a cabo el 6 de enero. La nueva ruta, que comienza en la Avenida Emanuel y continúa por la Avenida Mijitallo, la Panamericana, la Normal, la Carrera 27 y el Parque Rumipamba, para luego tomar la Calle 19 y pasar por la Plaza de Nariño y la Plaza del Carnaval, ha generado dudas y preocupaciones entre los organizadores y participantes del evento.
La falta de consulta con los hacedores del carnaval y los artistas que crean las obras de gran magnitud es un punto crítico. El peso y movimiento de las estructuras, la visualidad del conductor y la velocidad en la que se debe conducir pueden forzar los vehículos pues sabemos que el inicio es en bajada, de igual forma me imagino los zanquearos, quienes cargan figuras a pie, ya teníamos una vía conocida y el experimentar espero no traiga arrepentimientos graves, el recorrido anterior no revertía riesgos como los que creo está nueva senda puede acarrea . Además, la nueva ruta puede generar riesgos en la seguridad de los participantes y espectadores , congestiones y dificultades .
Otra preocupación es la invitación a talleres de aerografía de un carnaval que no se parece al nuestro. Aunque el intercambio de conocimientos es valioso, debemos preservar la autenticidad y el patrimonio cultural de nuestro carnaval. La aerografía no es una técnica artesanal y ya muchas carrozas se crean con ayuda de computadoras.
Parece que el director del carnaval, el Ingeniero Andrés Jaramillo, tiene una visión clara de lo que quiere para el evento, pero ¿se ha considerado la opinión de los demás? La falta de transparencia y comunicación efectiva ha generado desconfianza entre la población.
Antes de cambiar lo formal del carnaval sus organizadores deberían preocuparse por rescatar su significado, es decir, propiciar que ante todo sea una fiesta que permita así sea transitoriamente unir a las personas y familias que normalmente viven separadas.
El desfile por si mismo acaba con el festejo porque la gente se concentra a esperar todo un día inmóvil expectante del paso de las carrozas que en muchos casos se ha vuelto monótonas y repetitivas.
La espontaneidad que tuvo el carnaval basado en el juego dio paso al aburrimiento colectivo debido a la mono temática representada por los denominados artistas del carnaval.
El epicentro no debería ser entonces el desfile, sino la fiesta que permita la alegría espontánea entre propios y visitantes. El 6 se ha vuelto un día tortuoso y decepcionante para los residentes en la ciudad.
El gasto enorme que hace el municipio ha traído como consecuencia que el carnaval no sea una actividad espontánea, sino fría y calculada de cuánto va a ganar cada participante. Entonces, se ha perdido la competencia entre los artesanos que fabrican carrozas porque el pago anticipado de sus costos hace que la competencia por el premio ya no sea el principal motivador para su elaboración debido a que incluye un porcentaje como utilidades.
El entender el carnaval como un negocio ha deslegitimado la participación ciudadana porque ahora si no tiene un reconocimiento previo como artista del carnaval se cohíbe su participación.
Antes de pensar en extender la ruta del carnaval o modificar su recorrido debe proponerse es reducir su tránsito y ojalá eliminar la repetición de motivos o carrozas que no merecen denominarse de esa manera.
Solo el 6 de enero sabremos si esta decisión fue acertada o no. Mientras tanto, espero que se tomen las medidas necesarias para garantizar la seguridad y el éxito del evento. ¿Estamos preparados para enfrentar los desafíos que conlleva este cambio? Solo el tiempo lo dirá

