Por: Alina Constanza Silva
La cooperación internacional es solicitada por el Estado colombiano para que coadyuven con recursos financieros, humanos, logísticos, etc., tendiente a suplir el vacío del Estado en regiones apartadas del centro político y económico del país. La búsqueda está orientada a lograr que la población vulnerable sea atendida por instituciones expertas en el manejo de catástrofes naturales, pobreza, abuso de la niñez, maltrato a la mujer, migración, desplazamiento, terrorismo y muchas actividades más.
En Tumaco la presencia de asesores extranjeros y locales es común. Todas buscan desarrollar su propia misión para poder conseguir más fondos de sus donantes o de sus respectivos gobiernos para poder continuar operando. Maniobran como cualquier empresa, si muestran resultados, serán beneficiadas con nuevos y mayores recursos provenientes de sus ciudadanos o de los gobiernos que ellos representan. Por eso, a veces no importa los resultados de su presencia, sino es importante para ellos, el cumplimiento de sus indicadores establecidos en una región determinada, que les garantice continuar con su financiamiento. Por estar en el desarrollo de sus propios objetivos, la mayor parte del trabajo realizado no tiene importancia. Como todos tienen que mostrar resultados, se pelean la clientela, como cualquier empresa en búsqueda de un nicho de mercado.
Las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) constituyen el tercer sector en la sociedad que propende por mejorar la democracia, la igualdad y la paz en regiones conflictivas y donde el Estado ha sido incapaz de garantizar las condiciones básicas para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.
A pesar de tener la presencia desde hace muchos años de organizaciones de cooperación en el país, el impacto de su trabajo es marginal. Por ejemplo, en Tumaco tienen presencia al menos 25 organizaciones de ayuda internacional. Cada una trabaja con un segmento de la población, pero no se ve la transformación de los núcleos de población objeto de su trabajo. Como es conocido las organizaciones internacionales se financian con donaciones de sus propios ciudadanos o con recursos aportados por cada país. Para poder obtener fondos financieros se ven obligados a presentar resultados, como, por ejemplo, cuantas personas se han atendido, que recursos se han invertido, que capacidad se ha instalado en una determinada localidad, etc. Es decir, se interesan en presentar sus propios indicadores de gestión más que en ver el impacto que tiene su presencia en una determinada población.
Los habitantes de Tumaco, debido al poco impacto de su presencia en la transformación de las condiciones materiales de la población son escépticos del trabajo de tanta asistencia externa. Ahora presencian la “guerra de chalecos”, es decir, diferentes ONGs peleando un segmento de la población vulnerable. Entonces, la guerra de chalecos es por captar un porcentaje de la población objetivo. Lo lamentable de esta competencia no es por profundizar el cambio y las condiciones materiales de la población, sino por cumplir su propia misión porque de ello depende su propia existencia. Es evidente el desánimo de la población tumaqueña porque a pesar de la cuantiosa inversión de recursos financieros los proyectos no generan auto sostenimiento que permita a sus beneficiarios pensar en vincularse a la seguridad social, es decir, a salud y pensión.
Las fuentes consultadas acerca de cómo se financian las ONGs cooperantes informan que por cada dólar obtenido de los voluntarios o de sus respectivos gobiernos, sesenta centavos de ese dólar se quedan en el país donante generando un trabajo para sus propios ciudadanos. Es decir, la vinculación laboral de los denominados “expertos” ayuda a los países donantes a mejorar los indicadores de empleo. Algunas organizaciones asignan el 40% de las donaciones a su causa, preservando una gran parte de los fondos para pagar altos salarios al personal. O sea, un porcentaje se destina a cubrir costos administrativos y operativos.
Sus informes dan cuenta que la inversión en proyectos de cooperación en Tumaco, Nariño, ha sido significativa debido a la complejidad de los desafíos sociales, económicos y de derechos humanos en la región.
Se puede afirmar que, al no existir un criterio a nivel nacional de planificar la asistencia de la cooperación internacional, esta se realiza de manera no planificada que causa desconfianza en la población objetivo. Entonces, el denominado tercer sector ha invertido múltiples recursos financieros y trabajo en el municipio de Tumaco, sin tener un impacto positivos en la transformación social de la población objeto. La guerra de los chalecos se evidencia con la presencia de por lo menos 25 ONGs en el municipio que buscan a veces la misma población. De esta manera, el impacto es limitado y un tanto anárquico

