Al analizar diversos documentales y series de las Cruzadas, las decisiones de los gobernantes, la forma en que criminalizaban, los métodos de ajusticiamiento, mostraban una de las épocas europeas de mayor retardo en el mundo y cuya esencia continúa.
La justicia estaba dada por los reyes, con carácter divino, los señores feudales, sacerdotes plenos de poder sobre masas ignorantes y crédulas, es decir, las clases dominantes autoritarias cuya palabra era ley y no requería de juicio alguno o, en caso de darse, el castigo ya estaba escrito.
Bastaba entonces que el clero identificara una opositora para declararla bruja y el fuego eterno concreto era su fatal destino, la nobleza declaraba de palabra que alguien era traidor y su cuello quedaba expuesto a los ahorcadores, decapitadores, torturadores, felices en su cruenta labor encomendada. El pueblo era la víctima.
¿Cuál es su relación con la vida actual?
Lo fundamental sigue siendo igual: los dueños del poder continúan ensañándose con todo aquel que proponga una transformación que pueda amenazar la corrupción que implementaron a través de décadas aprovechando el presupuesto del estado para sus fines perversos: enriquecerse y empobrecer a los siervos de la gleba modernos.
Asimismo, sigue siendo su método la simple criminalización donde basta una frase para guillotinar un ser humano. Lo diferente es que ahora la justicia queda en segundo plano esperando que la estrategia mediática funcione. Es decir, la falsedad, el odio, la violencia, el desprestigio, entre otros antivalores, son empleados con total impunidad.
Si no funciona el sicario de la palabra, está la legislación para hacerlo legítimo.
Europa sigue siendo el modelo internacional con la persecución a Julián Assange, sindicado de violación también, para pasar a enemigo de la democracia al exponer los asesinatos de USA en el mundo.
Mientras baste la palabra de alguien con respaldo en la fuerza de un titular simplemente, por falso que sea, la trágica Edad Media campeará con su lanza malévola.