Floricultores Nariñenses: Belleza y Resiliencia en Cada Pétalo

En los municipios de Córdoba, Carlosama, Cumbal, Pupiales, Potosí, Aldana y el corregimiento de San Juan, un grupo de 17 floricultores nariñenses ha encontrado en la tierra fértil de Nariño el escenario perfecto para producir algunas de las rosas más hermosas del país. Unidos bajo la Asociación de Floricultores Indígenas del Departamento de Nariño, estos agricultores cultivan rosas de una calidad inigualable, en una paleta de colores que va desde el rojo vibrante hasta el amarillo brillante y el blanco puro.

La producción de rosas en esta región no solo es una muestra de la riqueza natural de Nariño, sino también de la determinación y el espíritu emprendedor de sus habitantes. A pesar de los desafíos, estos floricultores han logrado crear un pequeño pero significativo sector económico que genera empleo directo a 70 personas y muchos más trabajos indirectos.

Sin embargo, el camino no ha sido fácil. Uno de los principales retos que enfrentan es la competencia desleal del contrabando de flores provenientes del vecino Ecuador. Las flores ingresan al país a través de trochas y pasos  ilegales, lo que afecta directamente los precios y el mercado local, sometiendo a los productores nariñenses a la presión de precios bajos impuestos por los contrabandistas.

Además, el transporte de sus flores hacia el interior del país es otro obstáculo significativo. Los constantes bloqueos de carreteras y la falta de infraestructura adecuada dificultan que las rosas lleguen a tiempo y en perfectas condiciones a los mercados de Bogotá y otras ciudades. Esto limita enormemente su capacidad de expansión y la posibilidad de explorar el lucrativo mercado de exportación.

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A pesar de estos desafíos, los floricultores de Nariño no pierden la esperanza. La tierra de esta región es increíblemente productiva y apta para el cultivo de rosas, lo que les ha permitido ser reconocidos por su calidad excepcional. Sin embargo, carecen del apoyo necesario del gobierno, tanto nacional como departamental, para controlar el contrabando y mejorar la infraestructura de transporte.

Estos floricultores comenzaron como un pequeño grupo de seis y han crecido hasta ser 17. Agradecen la oportunidad de dedicarse a la floricultura, un trabajo que consideran noble y hermoso. Sueñan con un futuro en el que sus rosas no solo embellezcan los jardines de Colombia, sino que también conquisten mercados internacionales, llevando con ellas la historia de su perseverancia y amor por la tierra.