Víctor Rivas

Como el gallo

Mi infancia transcurrió en una casa pequeña de dos pisos, ubicada frente a la plaza principal de Tangua, construida a mediados de los años 60 del siglo pasado, con muros de tapia, pisos de madera y cubierta de Eternit. La casa era pequeña, pero hacia el fondo tenía una huerta relativamente grande.  Allí mi mamá tenía gallinas, conejos, cuyes y uno que otro gallo, que les alegraba la vida a las gallinas.

Recuerdo como si fuera ayer, que, a la madrugada de cada día, un gallo grande de cresta roja, pico afilado, plumas cafés y rojas brillantes, empezaba a cantar anunciado la llegada del nuevo día a partir de las 4 de la mañana. Esta labor la realizaba religiosamente, sin falta alguna, con fuerza y alegría.

Ese gallo como todos los que existen en nuestros campos,  cantaba  sin pereza alguna, no importa que aún esté oscura la noche o haga frío, sin importar si llovía o no salía el sol.

Así tenemos que ser nosotros, al amanecer de cada día debemos cantar agradeciendo a Dios, porque amanecimos con salud y vida, iniciando con actitud positiva, dispuestos a dar lo mejor.

Como los gallos tenemos que ganarle al sol, levantándose temprano y dispuestos a ganarnos el pan del día con el sudor de nuestra frente.

loading...

 Esta rutina de iniciar el día cantando tenemos que adoptarla, así podremos alcanzar el éxito. Si fracasamos en el intento no importa, si nos caemos, estamos en la obligación de levantarnos.

El gallo despierta a los dormilones y canta en cualquier gallinero.  Mire qué interesante es este ejemplo. Cuando tenemos claras nuestras metas, no importa en dónde y con qué dificultades nos encontremos, tenemos que seguir adelante, por más piedras que tropecemos y difícil que sea el camino por recorrer.

El gallo canta todos los días, sin que nadie se lo exija ni se los agradezca. Cantar para él no es una obligación. Canta porque ama lo que hace. Así tenemos que iniciar todos los días. Alegres y con entusiasmo. Correo: rivas1957@gmail.com