En Riohacha contrasta el malecón y alrededores residenciales con el resto pobre y sucio, muy diferente al sur de la costa Norte. Siguiendo hacia arriba al Cabo de la Vela, un caserío se gasta 3 horas de viaje, la mitad pavimentada que termina en un gran hotel que dicen es propiedad de unos testaferros de los hijos del innombrable. De ahí para arriba trochas que se pierden en el polvo, las sequía y pequeños cambuches hechos con tiras de madera que salen del alma del cactus, con pisos de tierra, chinchorros que cumplen la función de arte de pesca y de hamacas para dormir, fogón de leña. Los camperos son los únicos vehículos que pueden hacer la travesía. No hay trasporte público que comunique a los pueblos de la Guajira media y alta. Los niños se lanzan a los carros a pedir limosna, las madres tejen especialmente bolsos de hilo que alguien les enseñó con programa de emprendimiento y que les da el hilo como capital semilla. A los hombres y jóvenes no se los ve, posiblemente están pescando a la orilla del mar porque la fortuna hace que hasta en las playas haya peces. Las cabras abundan y deambulan famélicas porque solo se alimentan de algunas chamisas a las que con gran esfuerzo le sacan algo de jugo. En fin, es un pueblo pobre junto a la riqueza del mar totalmente desaprovechado productiva y turísticamente, junto a los vientos que podrían abastecer de energía eólica a todo el país, en esta crisis energética, en medio del carbón que se lo lleva un moderno ferrocarril que no usa energía eléctrica, que pasa del Cerrejón Cesar hasta arriba Puerto Bolívar, cada tren lleva 150 vagones cada uno con capacidad de 50 toneladas de carbón. Los indígenas se acostumbraron, como los de Nariño, a ver pasar la riqueza del subsuelo. En Manaure la explotación de sal que en muchos sitios está abandonada porque el transporte es costoso.
Las calles de Maicao, otrora centro del contrabando y la bonanza marimbera, están invadidas de ventas informales de productos nacionales, especialmente paisas. Los árabes migraron. Vaya paradoja, los dos departamentos ubicados en los extremos del país y afines en muchos de sus indicadores socioeconómicos, esperanzados votaron mayoritariamente por Petro presidente.

