RICARDO SARASTY

Coloquio entre maestros

Se encontraron en alguna esquina, de las pocas que aún quedan libres de carretas de frutas, dos maestros, viejos conocidos de andanzas y añoranzas que como buenos colombianos y pastusos decidieron dedicar parte de esa tarde a demostrar que a ninguno de los dos, al uno como reconocido maestro de obra que era y al otro en su calidad de respetado hombre de letras, les faltaba información del ámbito de local como nacional e internacional.

Pues el maestro de obra desde que comenzó a desempeñarse como asistente de la albañilería, o quizá más antes por allá en el taller en donde fue aprendiz de zapatero, se hizo a la idea que obrero y radio transistor debían de ser el par perfecto, por lo que desde su infancia no había dejado de escuchar música, radio noticiera, las transmisiones de la vuelta a Colombia y los partiditos de futbol.

Por lo que solo a esta y no a otra causa diferente se debió su formación emperica de comentarista de todos los sucesos diarios. Virtud por la cual sentía contar autoridad suficiente para entenderse en un dialogo con otro maestro, pero este ya no del balaustre y la plomada sino de colegio, gimnasio, liceo, academia o institución educativa, que es así como llaman ahora al lugar a donde se mandan los hijos y las hijas para que se gradúen de bachilleres, aunque como el mismo maestro de la pega de ladrillos y el repellado lo dice, sabiendo un poco de todo y de todo muy poco. Apreciación que nunca ha dejado de disgustar al otro maestro, aquel que para muchos era el poseedor del sobaco más leído puesto que jamás pudo dejársele de ver sin andar a cargar un libro, una revista o periódico en él.  

En aquella vez buena parte de la conversación que les ocupó la tarde tuvo como centro de sus observaciones y criticas la política minúscula, que era como le llamaba el académico a la politiquería. Pese a lo disímil de sus exposiciones esta vez los dos coincidían en señalar al mismo causante de los males que ha esta región le aquejan, no de ahora sino de años atrás, y que no podía ser otro que el, desde siempre, mal gobierno.

Solo que en esta ocasión le correspondió el señalamiento al presidente Petro en cuanto a lo nacional y en el local al gobernador Luis Alfonso Escobar. El descontento que convirtió a Petro en blanco de todos los dimes y diretes se debía a la famosa carretera que debe de conectar a Nariño con el centro del país, una vía que nunca ha estado en óptimas condiciones desde que de seguro pasó el primer carro por ahí hace décadas de años, siempre hundiéndose.

No obstante, se le reclama al actual mandatario el no querer construir una nueva, como si fuera únicamente cuestión de soplar y hacer botellas, en el lenguaje del ilustre albañil. O solo cuestión de copar la hora de la clase con frases rimbombantes que medió se explican, en obediencia al objetivo primordial de una catedra hecha para cumplir con el deber de enseñar al buen estilo sofista, confundiendo cuando no se puede convencer.

Entre cafecito y aromática los dos connotados maestros avanzaron en sus sendas disertaciones hasta llegar al punto álgido de toda conversación, cuando los temas son la violencia y la inseguridad, allí si que comulgaron con sus opiniones, pues en ninguna de las dos cabezas tuvo cabida la idea de una paz total y menos la de los diálogos territoriales, a ambos tanto la palabra total como territorial les sonaba a lo mismo y así mismo las descalificaron reduciéndolas a puro excremento verbal. Que es en lo que también terminan siempre estos aspavientos de sentido común entre maestros. ricardosarasty32@hotmail.com