Carlos Santa María

Gimnasios, aeróbicos y daño auditivo

Uno de los campos menos analizados en la Educación Física corresponde a la relación entre actividad y música, herramienta que es empleada regularmente en los campos del desarrollo muscular y la re-creación.

Lo que se conoce hasta ahora es que el sonido cuando es armónico favorece la estimulación y el movimiento por lo cual se emplea en diversos escenarios para complementar los programas específicos en estas áreas. Ello es muy bien recibido y debe continuarse.

Sin embargo, el desconocimiento del tipo y nivel de la música usualmente es empleado en forma incorrecta creyendo que el solo empleo basta para lograr ciertos objetivos desconociendo la ciencia y sus efectos.

En el caso de los gimnasios, la moda es poner la música a todo volumen afectando la capacidad auditiva en tal grado que la sordera comienza a ser su resultado. Ello es posible pues la gente que asiste no posee una cultura al respecto o desconoce los efectos negativos en los órganos de la audición y sus propietarios o administradores tampoco. No falta reiterar nuevamente que el ruido es empleado como tortura y su ejemplo que se hizo público fue en los campos de concentración estadounidenses en Cuba e Irak donde los rehenes injustamente detenidos fueron enloquecidos hasta el suicidio.

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Los instructores de aeróbicos no siempre han sido educados en la academia sobre la importancia de la persona que dirige esos ejercicios, mas que el uso del ruido como estimulante, “complementado” con los gritos de éste para presuntamente motivar a las personas que asisten a ese proyecto que es supremamente importante, hoy día especialmente en la gente mayor que requiere movilidad como símbolo de vida.

Saber que el ejercicio metódico es fundamental para activar el cerebro, fortalecer la musculatura y agilidad, permitir altos niveles de competencia, recrear principalmente para quienes no son competitivos, ofrecer valores colectivos, es un proyecto que la sociedad tiene que rescatar para hacer de la masividad su símbolo.

Utilizar el sonido como cultura de la salud es una obligación profesional.