En esta semana ocurrieron nuevos hechos que afirman las conclusiones a que hemos llegado según nuestro modesto análisis, después de los dos pequeños capítulos de las dos semanas anteriores: obviamente el primero es el atentado en Moscú con un saldo de más de 100 muertos e infinidad de heridos cuando se iba a efectuar un concierto y cuya sala estaba con 6.000 persona que abarrotaban el recinto.
El segundo es un contundente ataque a Ucrania derivado posiblemente de la captura de once responsables del atentado, que según el gobierno de Putin huían hacia Ucrania. Algunos son soldados de aquel país lo que provocó la inculpación del presidente ruso a Zelenski. De inmediato la Casa Blanca reprocho la inculpación, diciendo que los culpables eran los terroristas de ISIS u no ucranianos; como decíamos la semana anterior, es una muestra clara que la guerra tiene como actor en bambalinas a los Estados Unidos y a todo occidente, pues claramente se trata de defender a Ucrania con la inculpación a Isis que desde el primer momento fue lanzada la versión desde Europa y Washington.
Para Rusia ganar la guerra es existencial. La táctica de Moscú ha sido de provocar el desgaste de su enemigo con una supremacía indiscutible. La situación táctica de la guerra revela honda preocupación en la OTAN, brazo armado de Europa y Estados Unidos.
No podemos decir con certeza cómo será el final de la guerra, pero sí que Rusia no la podrá perder porque las consecuencias serían desastrosas para Putin y para la supremacía del Este en conjunción con China. Y ese es justamente el peligro de una conflagración mayor incluyendo la nuclear que en un momento dado Putin no vacilaría en emplear. Los tratados de Minsk han sido violados por occidente y la OTAN siguió corriendo sus fronteras imaginarias que occidente aseguro inmóviles tras la unificación alemana.