¡PAZ!

Nariño. El otrora remanso de paz de Colombia hoy se debate en un conflicto militar más complejo que el de antes de los acuerdos con las FARC, esto, en razón a que es el departamento con el mayor número de grupos armados, de hectáreas sembradas de cultivos de uso ilícito, de desplazamientos forzados, de reclutamiento de menores y de semisumergibles (submarinos de 18 por 3 mts) decomisados. Pero más grave que la guerrea que de por si es dolorosa, es que muchos se acostumbraron a ella; solo es ver lo videos en los que aparecen ilegales armados conviviendo con población civil que los acepta como si fueran parte del paisaje, pero aún, más grave es, la indiferencia del conjunto de la sociedad que ven esta guerra tan lejana como la de Gaza o Ucrania. En este grupo de indiferentes caen comentaristas que cuestionan todo esfuerzo por terminar esta guerra, no les gusta la paz total, menos la paz territorial porque pareciera que viven de esa narrativa o porque su sectarismo político oscurantista los lleva a condenar toda propuesta que venga de los gobiernos de Petro o Escobar que le apuesta a intentar otros senderos para que los vientos del sur sean también de paz como camino para el desarrollo. “El desarrollo es el otro nombre de la paz” decía el Papa Pavlo VI en su carta encíclica Populorum Prrogressio en 1967.

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Mientras tanto, el campesino mira a la izquierda y le dispara la guerrilla, mira a la derecha y le disparan los paramilitares y mira al cielo implorando a Dios y le llueve glifosato porque parece que Cristo estuviera de espaldas como en la obra de Eduardo Caballero Calderón.  

Sea total, parcial o territorial, llámese como se llame, pero que se termine esta infame guerra, para que al menos “nos dejen comer en paz nuestro plato de pobreza” como exigía a gritos en el Senado mi hermano Darío. “Es preferible la paz por imperfecta que sea, antes que una guerra perfecta”. 

P/S. Haber votado por Petro me autoriza moral y políticamente para exigirle cumplimiento de sus promesas a Nariño de obras y la paz misma, que justifiquen las innumerables visitas de funcionarios del gobierno central. Nariño no puede ser el comodín del chantaje de los habitantes de la vía Panamericana.