Mauricio Muñoz.

Amoral

Días atrás estuvo en boca de los colombianos el nombre de Geraldine Fernandez quien en una entrevista dada a medios nacionales expreso que había trabajado para el estudio Ghibli dirigido por ‎Hayao Miyazaki, uno de los estudios más importantes de anime en el Japón y que ha producido joyas de la animación como El Castillo en el Cielo, Mi vecino Totoro, La Tumba de las Luciérnagas, El viaje de Chihiro entre otras.

Según Fernández, ella se encargó de la animación de por lo menos 25.000 fotogramas de la nueva película del estudio Ghibli llamada El Niño y la Garza, película galardonada a nivel internacional y que compite para quedarse con un premio Oscar en la próxima gala de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas.

Varios medios de comunicación hicieron eco de la noticia de esta animadora, llegando la información a periodistas especializados en el tema, quienes lograron descubrir que Fernández estaba mintiendo y que en ningún momento había trabajado para el estudio Ghibli ni para Hayao Miyazaki. Días después de descubrirse la mentira, Geraldine Fernández aceptó su “error” y se retractó de lo afirmado a través de una carta que publicó en sus redes sociales.

Aquellos medios que endiosaron a la animadora no les quedó otra que hacer eco de la carta de Fernández sin embargo, en ningún momento publicaron una disculpa a sus lectores, radio escuchas o televidentes tras lo sucedido,  demostrando así la falta de respeto que tienen por su público objetivo y el nulo rigor periodístico que los llevó a publicar la entrevista en mención sin cotejar dicha información. Lastimosamente a esto nos hemos enseñado, a qué la verdad se manipule, o que el cuento se modifique en favor del mejor postor y de esta manera se disfraza la realidad a conveniencia, sin medir las repercusiones de esta acción.

Lo que paso con Geraldine Fernández es un claro ejemplo de que nuestra sociedad está enferma, que una persona salga a los medios a nivel nacional e internacional a decir tamañas mentiras, haciendo gala de un cinismo desbordado sin pensar en lo que podría suceder si la situación se descubriese, es muestra inequívoca que rondan profesionales sin un ápice de moral y esto sí que es preocupante porque se nos volvió costumbre el todo vale y así es como nos habituamos a comprar exámenes para aprobar las pruebas, o corromper a los jurados para obtener los resultados que queremos e incluso tentamos a policías y jueces para que se hagan los de la vista gorda frente a nuestros actos con los cuales quebrantamos ley.

Muchas veces lo he mencionado en estas columnas, tenemos los dirigentes que como sociedad nos merecemos, y si nosotros en nuestro diario vivir le jugamos a la marrulla y a la trampa, pues nuestros dirigentes van a ser dignos representantes de estas acciones pero en una magnitud mayor, o acaso se nos olvidan frases tan memorables como “Todo fue a mis espaldas”, “El Mono Jojoy me asalto en mi buena fe”, “Todos mis allegados son buenos muchachos”, “Firmo sobre piedra que no subiré los impuestos”, “Iván Mordisco fue dado de baja” o si quieren algo más cercano podemos recordar sentencias regionales como “Yo no privatizare Empopasto”, “Nariño Corazón del Mundo”, “Pasto La Gran Capital” “Emgeti no tiene marcha atrás” entre otras que son la muestra inequívoca que la mentira está en el ambiente y que sin importar el rango, el estudio, el abolengo o similar, somos un país sin una pizca de ética y moralidad.