En tiempo de antaño y ogaño cuentan que los hacendados salían a votar, no acompañados, arriando se debe decir a la cuadrilla de peones, los que no podían elegir otro diferente al candidato del patroncito quien con rejo en la mano los formaba frente a la mesa de votación y como entonces no se usaba el tarjetón sino una papeleta, era el amo quien cuando no les entregaba, revisaba una a una para confirmar que todos votaran por su candidato, el del patroncito, amo o mi señor.
Aquel que no obedeciera debía entender bien para qué fue que sacó el berraquillo mi señor, del que hacía mejor uso cuando el aguardiente le calentaba el ánimo. Así se eligieron muchas dignidades gubernamentales en el país del Sagrado Corazón en donde salir a votar para salvaguardar la democracia ha consistido en ser un acto obligado no por la conciencia propia del sufragante si no por el miedo impuesto al ciudadano pobre, llamase peón, obrero, empleado, desde arriba, desde la palestra que le servía al amo para mostrarse por encima de la peonada o desde el pulpito que le sirvió a más de un sacerdote para ver como ardían en los infiernos los infieles que votaban por los liberales y en tiempo de gobiernos liberales, bien cumplieron con ser el punto de referencia divino desde donde se ofrecían rincones en esa infinita galería de cielos, siempre azules o metilenos, listos para que vayan a disfrutar de ellos los azulitos, únicos aliado directo de Mi Dios.
Pero ahora ya no es así, acotará el desprevenido que ve con horror esa costumbre superada, mientras piensa en que a él ahora lo invitan a votar y su decisión no obedece a intereses ajenos sino a su libre voluntad. Solo que sin saber por qué ha acatado la recomendación del jefecito, del gerente, del director de sección del recurso humano.
Pese a que desde agosto le han pedido que por favor piense en su familia y de como un salario menos en el hogar va a incidir en el incremento de las necesidades de toda la casa.
Claro que ya nadie le pide la cedula para retenérsela hasta una vez se conocen los resultados y por su puesto que el domingo no desfilará detrás de ningún mandamás en fila cerrada y con la cabeza gacha, solo que por y para algo ha de ser que le pidieron firmar en una lista donde debió de registrar el numero de su documento de identidad y el lugar donde va a ir a dejar su voto con el numero de mesa, porque usted sabe amigo si el candidato del que está arriba pierde con el perdemos todos nosotros y usted tiene dos hijos en la universidad o saliendo del bachillerato y su esposa también es una contratada más que has de pronto se queda sin trabajito porque pierde el candidato de ella y ahora si que esta duro conseguir trabajito, así que usted vea si firma o no.
No la amenaza ya no es el berraquillo, ni el miedo ya no es a sentir la carne y los huesos molidos si no a tener que ver como se frustran los sueños y claro que también al hambre, a perder todo poco a poco pero más rápido de lo que se demoro en obtener lo alcanzado.
Si esta ha sido la manera como la democracia en este país se ha mantenido, vale la pena pensar el domingo, antes de votar, en para qué y para quienes se ha salido a sufragar, solo que el sufragar así debe de entenderse como el pago de unos costos que en este caso sería el de el valor de la libertad, de la conciencia y de la democracia.

