Ricardo Sarasty

Un golpe blando

Una usanza común en el mundo de la mafia gringa fue la de castigar o cobrar deudas mandando a quebrarles los huesos a los faltones y morosos.

La orden se ejecutaba, por parte de los encargados de propinar la paliza, con tal pericia que les aseguraba no dejar huellas ni indicios visibles de la golpiza, pues entre los métodos utilizados para ello se contaba con  el empleo de la varilla gruesa de acero envuelta en una tolla con la cual molían el esqueleto del caído en desgracia ante el gran jefe.

A esta técnica podría denominársele golpe blando. Término empeado ahora para hacer referencia a la fórmula con la cual en estas últimas décadas se derriban gobernantes, con el agravante de que no únicamente se atiene a la acción de sacarlos de sus cargos, sino que la expulsión debe de ir acompañada con la deshonra, por lo que se acude o a los fiscales para que fabriquen el prontuario para que los jueces tan severos  sean los encargados de dar el varillazo o a los peritos científicos para que conviertan un historial médico en otra clase de tolla.

Así sucedió en el Brasil con Lula Da Silva y luego con quien fuera su vicepresidente y presidente elegida En el Paraguay aconteció igual con el sacerdote Lugo a quien le armaron un proceso por abuso sexual.

A correa en el vecino país del Ecuador también la fiscalía y los jueces lo pusieron, como a Lula en el Brasil, a responder por corrupción acusado de recibir sobornos de la multinacional Odebrecht, así impidieron que se presentara para ser reelegido y lo desterraron como a Evo Morales en Bolivia y los 12 presidente que desde Allan García han pasado por el palacio de gobiernó del Perú.

A lo largo del siglo XX lo acostumbrado para remover presidentes incomodos para las burguesías nacionales y el capital internacional,  fue sacar de los cuarteles a toda la soldadesca para llevar  al general de turno hacia el palacio y sentarlo  en la silla presidencial, sin escatimar costos en vidas y  parafernalia propia de guerras, pero en esos momentos requerida para aplastar, así como se lee y se oye,  todo tipo de resistencia, tal como se recuerdan los golpes militares que impusieron a los dictadores del cono sur en la década de los 70 del siglo XX.

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No de otra manera se dio paso a lo que se llamó gobiernos de facto supuestamente utilizados para rescatar la democracia, siempre en peligro según los que han propiciado la defenestración de presidentes, quienes por no seguir las recetas de la banca internacional, oponerse al avasallamiento de  obreros y campesinos y defender la soberanía, fueron y aun son vistos como incapaces, locos y malvados, por lo que igual a ahora debía, debía impedírseles continuar con el desarrollo de sus programas de gobierno.

Actitud que ha caracterizado a una oposición que se ha quedado sin argumentos para defender en un debate de frente al los ciudadanos desde su ideario partidista hasta su modelo social y económico.

Por lo visto este ya no es el siglo de los generales o coroneles actuando como supremos gobernantes. El método empleado ya no provoca trastornos en las calles en un día cualquiera por causa de los tanquetas, ni de los helicópteros artillados sobrevolando las casa de gobernó, en este libreto de relevo forzado de mandatarios los protagonistas actúan como acusadores  y jueces, ellos mandan desde las oficinas a sus funcionarios armados con un prontuario ficticio a sacar al presidente y esposado.

Claro que si lo de la inculpación criminal no funciona, entonces se recurre al médico para que lo declare enfermo e incapaz, porque no es de sanos  pensar en  favor de los pobres y  de locos creer en la paz total @Risar0.