Aunque estamos seguros de que no tiene aceptación en las nuevas generaciones, pero para quienes saboreamos las mieles de la tranquilidad y esa paz espiritual producto de la buena crianza que por nada del mundo se cambia: “Todo tiempo pasado fue mejor.”
Ese mundo apacible, tranquilo, rico en valores humanos y mejores maneras para tratar a los demás lo vivimos y compartimos muchos de los que hemos pasado ya el séptimo piso y que nos preciamos de haber disfrutado de una niñez y juventud sanas en medio de la exigente disciplina impuesta por los padres donde los hijos recibían todo un cúmulo de enseñanzas formativas que moldearon al ciudadano responsable y honrado.
El saludo sobre todo a personas mayores en edad, dignidad y gobierno como lo aprendimos en la casa y en la escuela, eran como el ítem calificable de la sociedad para saber de qué familia provenían esas manifestaciones sociales y exaltar o subestimar con ello un apellido. Dicho en otros términos el respeto y la amabilidad eran las pruebas de fuego para medir el grado de aprendizaje de Cívica y Urbanidad imparta en la escuela y en la casa.
Pero además, desde muy niños se inculcó la obediencia, la honestidad, la puntualidad y fraternal convivencia en el hogar, principios que hicieron parte de un futuro promisorio como eficaces herramientas para el camino de la vida. Y aunque al momento de castigar los progenitores fueron duros e implacables, niños y jóvenes siempre acataron sus órdenes.-Se puede decir que ante esos procedimiento trajeron consigo la sumisión como principal característica.
Es lógico que habrá excepciones con niños y jóvenes muy recatados y juiciosos en todo sentido, pero hay que decir que lo anterior contrasta con hijos que son criados para la modernidad, en donde como primera señal éstos con el beneplácito de los papás, los llaman “amigos”, actitud que le hacen perder autoridad. No hay un horario, cada quien llega la hora que puede, no se propicia la integración familiar, ni se comparte unidos en la mesa.-
Ya los padres se vuelven complacientes y están disponibles a la espera que los hijos les exijan ropa y zapatos de marca, libertad total para asistir a fiestas con amigos y amigas y celulares de alta gama para presumir ante los demás. Y muchas niñas también abandonan sin razón la humildad y la obediencia para ponerse a tono con la moda. Pues ante los regaños de papás, su reacción llega vestida de rebeldía.
Con esto deducimos antes buenos modales, hoy antivalores. ,Además, no sabemos en qué clase de sociedad vivimos!!

