Por: Ricardo Sarasty
Toda argumentación en contra de cualquier iniciativa para alcanzar no solo suena ridícula, es por demás una sustentación de la guerra y en ello consiste su mezquindad. Demandar la legalidad de una norma que busca facilitar el camino para alcanzar la paz es como si para salvar de la muerte a un enfermo se le prohibiera el acceso a los medicamentos necesarios solo porque estos no son del gusto de los médicos ajenos al tratamiento. La comparación es cruel y no puede sino ser así porque que bondad puede caber en la humanidad de todo aquel que busca por cualquier medio impedir que se concrete la paz en un país donde hoy, con mas claridad, se ve quienes han sido los verdaderos dolientes. Cual sector de la sociedad ha sido el más golpeado y quienes, aunque no se debería de reconocerse porque es inmoral, los más favorecidos´
La necesidad de paz debería ser una causa común en la que todos ayudaran a serla posible. Vergüenza produce el ponerse del lado contrario de los que empujan el carro de la paz con el solo interés de llevarlo al buen camino. Pero aunque sea como insólito los hay que tratan, recurriendo a cualquier medio, incluyendo las acciones legales, para sorpresa de los que creen que ya han visto todas las tonterías posibles a lo largo de sus vidas. Afirmo alguna vez Oscar Wilde: “Mientras la guerra sea considerada como mala conservara su fascinación. Cuando sea tenida por vulgar, cesara su popularidad” y sí, porque la guerra ha sido fácil de colocar entre todo cuanto es considerado por los moralistas como malo es que de una u otra manera se busca mantenerla y hasta los hay que la consideran un mal necesario porque según ellos puede ser una oportunidad para aumentar los interese de sus finanzas permitiendo surtir en el mercado desde las estanterías de las armas hasta las de los ataúdes pasando por los portafolios de seguros y juegos.
De no tildarse la guerra de mala no seria posible mirarla como vana, tanto así que la sola palabra guerra se convierte en un decir atractivo utilizado como gancho para atraer clientela en cualquier negocio, comenzando por el manido anuncio de guerra de precios hasta finalizar con el rimbombante titular y pleonasmo: guerra a muerte contra el narcotráfico. Anuncio que bien sirve para entender el porque las guerra cuando son calificadas como malas no se les pone fin. Si se cambiara la forma de valorar la guerra como lo sugiere la máxima de Wilde, si de verse como mala se avanzara a catalogársela como vulgar, poco a poco todos cuanto se siente atraídos por ella, comenzarían a pensar en lo fatuos que han sido, avergonzados por esa vanidad que los llevó a creer que la historia habría de recompensarles con un gran monumento el haber azuzado a los contrarios a enfrentarse hasta el exterminio.
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Porque únicamente cuando se alcance a dimensionar el grado de estupidez que se alcanza cuando se ve la paz como el problema y no como la solución, de igual manera se tendrá la capacidad para reconocer como absurdo este proceder que confunde la desgracia del ajusticiado con la gloria del guerrero caído y convierte el dolor en la melodía de un himno a las batallas que nunca debieron sucederse. Solo cuando las guerras se vean como lo que son, los que posan como adalides del ejercito triunfador sentirían el frio de la muerte cobijando sus pies puestos sobre los cadáveres de aquellos que ofrendaron sus vidas en defensa de una consigna que nunca entendieron, persiguiendo a un enemigo que nunca conocieron ni supieron por qué lo era, solamente como pago por ese túmulo que reclama el vivo como trofeo. @Risar0

