Por: Tatiana Solarte
A lo largo de su crecimiento, los niños pasan por una gran cantidad de cambios físicos y emocionales, a los que no siempre les será fácil hacer frente. Por ello, es importante que los padres los acompañen en todo momento, los entiendan y les den las herramientas necesarias para que puedan ir poniendo nombre a sus emociones.
La inteligencia emocional puede ser tratada ¡desde que son bebés hasta la pre adolescencia! … pero … ¿Cómo hacerlo? … A continuación se comparten algunas claves:
Durante el primer año de vida, aunque no lo parezca, el bebé experimentará sus primeras emociones, y para ello usará el llanto como medio de comunicación. En función de sus necesidades, su llanto variará, y es fundamentar saber identificar estos patrones. Una vez se los tenga identificados, se deberá responder a su reclamo siempre del mismo modo y tener en cuenta que, pese a que sus emociones son muy básicas, es necesario atenderlas y validarlas.
A los 2 años, los niños se mueven básicamente entre la alegría y el enojo, pero también sienten frustración, ira, miedo … Su lenguaje aún es limitado, por lo que los berrinches son la manera en la que expresan sus frustraciones. Se muestran más impulsivos y son más conscientes de su individualidad. Son espontáneos con sus sentimientos y aparecen los primeros miedos, algo que los lleva a sentirse inseguros y a necesitar mucho más el acompañamiento de los padres.
En la medida en la que crecen, cada vez tienen mayor capacidad cognitiva para comprender qué están sintiendo. Sin embargo, para trabajar su inteligencia emocional, se les debe ofrecer validación y herramientas de gestión emocional.
A los 3 años, los niños van aprendiendo a identificar, poco a poco, emociones básicas como la ira y la tristeza, además del miedo y la alegría. Esto se debe a que su sistema cognitivo ya ha madurado y empiezan a ser más conscientes de su persona. En este momento, es importante que los padres empiecen a trabajar el dominio de las emociones mediante cuentos, poemas y recursos gráficos.
Conocer las diferentes emociones que los niños van a ir experimentando a lo largo de su crecimiento es fundamental para ayudarles a entenderlas y a gestionarlas de manera adecuada. Darle importancia a la educación emocional y empezar a entrenarla desde edades muy tempranas.
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A la edad de los 8 años los niños, han hecho ya muchos progresos motores y tienen ya, por lo general, un buen manejo de la lectoescritura. Además, se hacen muchas preguntas sobre el mundo e interpretan sus propias experiencias, ideas y sentimientos. Se lo cuestionan todo, incluso las reglas que se les imponen, y se enfocan menos en ellos mismos; eso si, son mucho más competitivos.
Además, ya son más responsables de sus acciones y han desarrollado su espíritu de cooperación y participación. Ahora, ya son mas independientes, entienden el lugar que ocupan en el mundo y empiezan a pensar más en el futuro. Llegados a este punto, si no se lo ha hecho antes, se debe trabajar su inteligencia emocional para darles las herramientas que más necesitan en el presente .. ¡y que utilizarán en su vida adulta!