POR: P. NARCISO OBANDO
Se lleva años diseñando sistemas de salud para los pacientes, pero sin la participación activa de los pacientes, por ello se debe tener en cuenta que, para mejorar un sistema de atención en salud, se debe situar al enfermo como eje y centro del mismo, como también se debe considerar su dignidad. Se trata de un cambio cultural para integrar a los enfermos en las decisiones personales, por supuesto, y en las estratégicas del sistema de salud.
Se debe considerar que los pacientes son personas que esperan que las instituciones y los profesionales estén a su disposición en todo momento, independientemente de quien gobierne o de la situación que se esté presentando, para brindar su ayuda en casos de urgencia, prestarles cuidados médicos y buscar su bienestar.
Como sociedad, estamos llamados a responder sobre todo a las demandas de atención en salud de los más pobres, de los excluidos y de quienes, por razones económicas o culturales, ven desatendidas sus necesidades.
Es común encontrar que hay muchas personas que tienen dificultades para acceder a los servicios básicos de salud, debido a las larguísimas listas de espera en el sector público, incluso para atenciones urgentes. Se hace, por tanto, urgente y necesario corregir los errores que se vienen presentando para mejorar los servicios de salud y así evitar esta problemática, que miles de personas vienen padeciendo día a día.
Recordemos también que toda persona tiene derecho a la dispensación de los medicamentos necesarios para atender su enfermedad, teniendo presente que muchas personas por falta de medios, no los pueden tener a su disposición y, en otros casos, la irresponsabilidad y negligencia de los entes gubernamentales conlleva a la escasez de los mismos y esto representa una gran dificultad para los pacientes.
El Papa Francisco recuerda que toda persona tiene derecho a los medicamentos, asegurando que cuando hay falla en la dispensación de los mismos, conlleva a “una eutanasia encubierta y progresiva, porque no se les da lo que deben tomar para el tratamiento” dice el Papa.
Tengamos en cuenta que “todo enfermo es por definición frágil, pobre y necesitado de ayuda”, el Papa asegura que está claro que hoy existen mayores oportunidades de acceso a los servicios de salud para los que tienen dinero, que para los que son más pobres. Por ello, invita a pensar que se debe mejorar la atención a los que nadie quiere tocar y pide atender a los descartados por la sociedad y por cierta cultura contemporánea.
El Papa ha pedido que se acompañe a las personas que acogen en instituciones de salud con una atención integral, que no se descuide la asistencia espiritual y religiosa de los enfermos, de sus familiares y de los profesionales de la salud. “Nadie, nadie debe sentirse solo en la enfermedad”. “Al contrario – concluye el Papa – todos deben ser apoyados en sus preguntas de sentido y ayudados a recorrer con esperanza cristiana el camino, a veces largo y fatigoso, de la enfermedad”.
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Cabe resaltar que la Iglesia ha hecho mucho, a través de la asistencia en salud, para escuchar y prestar atención a los segmentos pobres, débiles y abandonados de la sociedad. No han faltado testigos autorizados en este ámbito, que han sabido reconocer y servir a Cristo enfermo y sufriente hasta el don total de sí mismos, incluso con el sacrificio de su vida.

