Por: Carlos Santa María
Cuando un pueblo está pleno de optimismo, de confianza en su presente, con una decidida voluntad de cambio, creyendo que existen caminos para avanzar en bienestar social, las posibilidades de que ello ocurra son directamente proporcionales ya que la mente social está concentrada en crecer.
No obstante, si en dicha sociedad existe un Estado de opinión que consiste en que los Medios sólo auguran fracasos, presentan escenarios donde el caos es lo primordial, se hace del fracaso una constante, el resultado es que la gente cree que todo se dirige hacia un precipicio. Si ello está sucediendo hay que dar la voz de alerta antes que la decepción profunda en forma de depresión colectiva se apodere de la ciudadanía.
Y ello se está dando de modo claro a través de diversos medios que abarcan el espectro nacional exponiendo día a día una sensación de desorganización, de incompetencia, de errores permanentes, lo que construye una idea peligrosa: nada puede ser más perjudicial que no seguir lo que se tenía pues “es preferible malo conocido que bueno por conocer”.
«Es hora que el Estado de Opinión tenga un viraje coherente con lo que requiere la nación para hacer de la esperanza y convicción en un presente cierto la ruta más acertada».
Colombia está cayendo en esta espiral ya que en múltiples espacios la conversación diaria está centrada en que el alza del costo de vida es cada día más alto y está imparable, que las reformas no van a resultar y simplemente se caerá en un vacío que será imposible de paliar, que si todo sigue así habrá un estallido mucho mayor que el anterior provocando pérdidas incalculables especialmente a los sectores deprimidos, disprivilegiados y empobrecidos.
Lo fundamental en un país es que todos los poderes se unan para comprometerse en el desarrollo equitativo de la economía con un espíritu propositivo donde la ciudadanía sea el centro. Si los intereses personales, de negocios, corrupción o familiares, se vuelven prioritarios el desorden general está predeterminado.
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Por tanto, es hora que el Estado de Opinión tenga un viraje coherente con lo que requiere la nación para hacer de la esperanza y convicción en un presente cierto la ruta más acertada.

