Ricardo Sarasty

Desde hace 40 años

Por: Ricardo Sarasty

Y entonces quién lo iba a pensar que estaríamos después de 40 años celebrando, ya no solo el nacimiento sino el permanecer aun, pese a todas las vicisitudes, contratiempos, adversidades que nunca faltan y, bueno como es común oír, contra viento y marea. Por aquellos días nos iniciábamos en el ejercicio de escribir y soñábamos con alcanzar el reconocimiento merecido después de trasegar oraciones, párrafos, hojas y hojas en el trayecto de largas noches en las que insistimos en escribir el texto que nos dejara la satisfacción plena al verlo, al escucharlo, al entenderlo. Como en la canción de Charles Aznavour, eran los tiempos del amor por el amor y ser feliz no exigía más que soñar alumbrados por la luz de lampara mientras buscábamos la idea y el recurso para poder traerla a la realidad en un poema, un cuento o simplemente en el proyecto de la novela que nunca se escribió pero cuyos personajes aun nos despiertan para que hablemos con ellos, pues aún permanecen ahí como entonces así nosotros ya hayamos envejecido.

El tiempo pasa y nos ponemos viejos, ahora sí que no recuerdo y ha  de ser por la edad, en donde fue que escuche esta frase aunque tengo la certeza de que pertenece a un bolero o quizá me equivoque y lo que es peor este arrumando una sobre otra canción ya sin poder distinguir bien cual es cual, pero en fin, lo que deseo expresar es que el inexorable paso de los días nos tiene aquí, sostenidos por la nostalgia que la andamos a cargar como el inseparable bastón que evita que caigamos en la desilusión,  bebiendo la copa del brindis mientras nos felicitamos por haber contado con la suerte de poder haber llegado, quien lo iba a imaginar  por allá cuando solo éramos ilusos trasgresores del presente, a donde comenzamos pero a la vez más allá, mejores aunque sin el ímpetu de cuando todo y  nada nos importaba y con un tinto podíamos subsistir pero no sin la charla de las tardes o la lectura que nos trasnochaba a la espera del final, que nunca lo fue por lo que aún tenemos el libro para volver a él y encontrarnos en el renglón donde quedamos hace 40 años.

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“No siempre el tiempo la belleza cancela, / no siempre las lágrimas o el pesar son una afrenta”,  Humberto Eco toma estos versos del poema de Edmondo Amicis para referirse no al truco o avance tecnológico  capaz de lograr que las huellas del paso del tiempo sean lo menos visibles. No, Eco toma estos versos para recordarnos cuan prestos estamos a desear, junto al paso del tiempo, el poder contar con la oportunidad de alcanzar un escalón más a medida que las hojas de los calendarios se desprende. Por eso es que cuando contábamos los 20 abriles no queríamos sino poder llegar a los treinta porque era ahí en donde nos veíamos con algunos de los proyectos ya concluidos y con otros en plena construcción. Mas llegados a los 30 pensamos en lo justo que sería poder alcanzar los 40, el punto en el cual ya nada o nadie nos podría quitar lo moldeado y sacado del horno, la obra que solo requería de nuestras vidas otros tantos años más para ser enlucida y entregada como legado a nuestros vástagos.

ahora aquí, sonrientes ante los recuerdos de cuando la bohemia según Azanavour solo requirió de nosotros salud, sonrisa y juventud para ponernos a caminar por las noches y a beber en el vino los mejores sueños, buscando ser felices en tanto escribiamos al son de la máquina BROTHER el primer texto que sería publicado en el Diario Del Sur. Aunque insistimos aún en escribir el mejor texto. @Risar0