Por: Carlos Álvarez
Lugares en el mundo que pasan por una tragedia son muchos: unos desconocidos porque a nadie le importa la suerte de miles de seres humanos. En esta columna mencionábamos la tragedia de la guerra en Ucrania, o el terremoto en Turquía y Siria o la situación de las mujeres en Afganistán dominada ahora por los Talibanes o también el racismo en el corazón de la llamada civilización Occidental entre la cual nos contamos según unos pocos adivinos. También en alguna ocasión la situación de las comunidades indígenas del Amazonas etc. Pero nadie se apiada de lo que pasa en Haití, allí cerquita en el Caribe, allí donde se selló la primera independencia de nuestra América y se formó una república ejemplar compuesta en casi su totalidad por esclavos negros que ayudaron a Bolívar en su gesta libertaria y le suministraron naves para invadir a Venezuela.
Hoy es prácticamente una república inviable. Después del terremoto o mejor varios. Solamente uno de ellos dejó 200.000 muertos, miles de damnificados, que ocasionó la llegada del cólera hasta ahora galopante matando miles de niños y adultos. Ocurrieron en el 2010 y 2021.
A esto se suma la incontrolable delincuencia politizada que administra en su provecho la escasez de agua potable, los hospitales llenos de gente, el hambre rampante y todas las epidemias imaginables. El dominio del crimen organizado en la capital genera incertidumbre sobre el futuro del país. El gobierno ha perdido prácticamente el control. Un hecho demostrativo de la realidad es el fenómeno de los aguadores que con cubetas de pintura cargan agua de donde salga para ganarse el sustento.
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En fin, la miseria, la corrupción, los tres millones de habitantes de Puerto Príncipe están siempre al borde de la catástrofe. En el país parte de la ISPANIOLA que comparte CON República Dominicana, donde llegó Colón en su primer viaje, está de muerte

