Por: Monseñor Juan Carlos Cárdenas. (Obispo de Pasto)
Aprovechando que el 11 de este mes celebramos la jornada mundial del enfermo, hago eco al mensaje del Papa Francisco para aportar luces en la discución sobre la reforma al sistema de salud en el país.
Han hablado políticos, gobernantes, gerentes de hospitales públicos, poco se ha dado voz al sector privado y menos a los primeros interesados: los enfermos. Es necesario oírlos porque es su dignidad e integridad la que está en juego y la que se debe proteger.
El Papa recuerda que todos vamos por el mismo camino de la vida, pero nos llama a recorrerlo ayudándonos unos a otros, no cada uno por su cuenta.
En los debates, antes que lo económico, lo técnico – cosas necesarísimas – debe estar la persona humana, y el drama de su sufrimiento por la enfermedad. Francisco en su mensaje nos da ejemplo cuando dirije palabras directas a los enfermos: «…nunca estamos preparados para la enermedad… de este modo, el mal, cuando irrumpe y nos asalta, nos deja aturdidos». Y nos invita a dejarnos tocar por la realidad del sufrimiento, como el buen samaritano: “interrumpir la indiferencia y frenar el paso”, detenernos y aliviar el dolor de los que sufren. Es inequívoco: primero los enfermos, su dignidad humana.
Es un llamado a construir sinodalmente (juntos) la reforma a la salud (y también otras), dando voz a todos, no sólo a los que piensan igual. El enfermo no es sólo un número, ni siquiera un “paciente”, receptor pasivo de las miradas de otros. El enfermo es un tú tan humano como los médicos y enfermeras, como los tomadores de decisiones. Es un hermano con el que debemos conectar empáticamente.
El Papa Francisco recuerda cómo la pandemia del Covid-19 puso en el foco otra humanidad: la de médicos, enfermeras y demás trabajadores de la salud: reconocimos su heroísmo. Pero también se evidenciaron los límites estructurales del sistema de salud.
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Cualquier revisión o reforma al sistema de salud, todo replanteamiento estructural no puede olvidar esas humanidades: la de los enfermos y la de los profesionales de la salud. El Papa lo dice mucho mejor: «es necesario que la gratitud vaya acompañada de una búsqueda activa, en cada país, de estrategias y de recursos, para que a todos los seres humanos se les garantice el acceso a la asistencia y el derecho fundamental a la salud».
Me permito cerrar este artículo con esta afirmación contundente del Papa: «No vale solamente lo que funciona, ni cuentan solamente los que producen. Las personas enfermas están en el centro del pueblo de Dios, que avanza con ellos como profecía de una humanidad en la que todos son valiosos y nadie debe ser descartado».

