Carlos Santa María

La deslealtad humana

Por: Carlos Santa María

La gran interrogante que se hacen las personas es si el ser en cuanto especie tiene algunas características que no puede cambiar y vienen en su ADN, es decir, son genéticas o hereditarias desde el inicio de la civilización.

Actualmente cada día con mayor frecuencia se ven conductas que rayan en lo absurdo, aunque deben ser explicadas profundamente para entender lo que sucede descartando la herencia.

Junto al odio intenso, mentiras cotidianas y generalizadas, la envidia que corroe no sólo a las mujeres sino que a los hombres también pues no está relacionada con el género como se hizo creer, existe la deslealtad como una evidencia de la debilidad en los principios.

La deslealtad es una falta de reconocimiento al deber que se tiene con una persona de apoyarla, seguirla, acompañarla, no traicionarla, gracias a que se ha entregado lo mejor de sí para que ésta pueda avanzar o crecer en su vida.

«En un mundo tan lleno de errores y aciertos, la tarea del humanólogo es, siendo coherente, develar flaquezas y enseñar a prevenirlas con anticipación, en otros o en si mismo, con el fin de alcanzar la liviandad plena».

Las razones son variadas pese a que las más importantes tienen que ver con el individualismo o egoísmo que cada vez se hace más fuerte en la sociedad, especialmente al existir una especie de pérdida de la memoria de cuanto se apoyó y ahora, después de ello, nada de eso importa. El afecto muchas veces es olvidado ya que el otro no puede responder con nada material.

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Siendo la deslealtad política, económica, familiar, social, entre otras opciones, una forma de traición a la amistad o el deber ser coherente, también es un hecho pedagógico al permitir comprender las falencias o debilidades que se poseen. Así, quien la ha sufrido puede crecer en su razonamiento e ir mucho más allá de cuestionar esa actitud para aprender de cada ser humano en sus potencialidades o limitaciones. Eso es inteligencia integral como lo plantea la Humanología.

En un mundo tan lleno de errores y aciertos, la tarea del humanólogo es, siendo coherente, develar flaquezas y enseñar a prevenirlas con anticipación, en otros o en si mismo, con el fin de alcanzar la liviandad plena.