Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas
Hoy, 3° del Tiempo Ordinario, el Papa Francisco invita a celebrar el Domingo de la Palabra. Un día para fortalecer nuestro deseo de Dios: «Cuando encontraba palabras tuyas, las devoraba, tus palabras eran mi gozo, la alegría de mi corazón» (Jr 15,16).
El evangelio para hoy (Mateo 4,12-23), relata el inicio del ministerio público de Jesús, luego de ser bautizado por Juan en el Jordán. Destaco estos 3 momentos:
1. Todo empieza en Galilea
El texto nos muestra que el ministerio del Señor no comienza entre los suyos, pues allí se había desatado rechazo, incluso el Bautista había sido arrestado. El ministerio de Jesús comienza en Cafarnaún, territorio de gentiles, como eran llamadas las personas que no profesaban la fe judía. Allí empieza a brillar la luz del mensaje de Jesús.
El Papa Francisco nos invita a ser Iglesia en salida. La cultura de nuestro tiempo es cada vez menos cristiana. Solo miremos qué valores y principios mueven las acciones y las decisiones de la mayoría de las personas hoy y nos daremos cuenta que no son los que nos enseñó Jesús. Como cristianos debemos ir a esos nuevos territorios, a los hombres y mujeres de hoy, con la buena noticia de Jesús en nuestro testimonio y palabras.
2. Cambiar desde el corazón
El relato destaca también la primera predicación de Jesús. Es un llamado al cambio: «conviértanse, porque está cerca el Reino de los cielos». Es un cambio que empieza en lo más profundo de nuestro ser: en el modo de pensar, de sentir, que luego saliendo se nota en nuestras palabras, acciones, relaciones.
Jesús invita a no quedarnos en buenas intenciones. Llamarse cristianos, discípulos del Señor necesariamente nos debe llevar a ser diferentes. Y este cambio tiene una motivación: Dios está cerca y si quiero encontrarlo debo cambiar lo que me impida ese encuentro.
3. Una misión compartida
Otro detalle es que apenas iniciando su ministerio Jesús revela que quiere asociar otros a su misión. El llamado de los primeros seguidores, Santiago y Juan, es prueba de ello: «vengan en pos de mí y los haré pescadores de hombres». Empieza a formarse la congregación, la Iglesia. La misión de Jesús es eclesial. Él nos la comparte.
No será completamente real llamarnos cristianos si no nos vinculamos a la comunidad de los creyentes y si no ponemos nuestro grano de arena a la misión del Señor. Un cristiano de verdad, se une a la comunidad y se hace partícipe de ella, poniendo al servicio del Señor sus talentos para colaborarle en hacer presente el Reino, en anunciar la buena noticia a los hombres y mujeres de hoy.

