Por: Carlos Santa María
Para un investigador el origen de un problema es el indicativo más claro que define la respuesta y, asimismo, la interpretación de los hechos. A partir de allí hay que exponer lo sucedido correctamente.
En el caso que nos congrega, el presidente de Guatemala Alejandro Giammattei se solidarizó con la justicia guatemalteca de investigar al ministro de Defensa colombiano, Iván Velásquez, por presuntas ilegalidades relacionadas con el caso Odebrecht mientras fue jefe de la Comisión internacional de Lucha e Investigación Contra la Corrupción y la Impunidad (CICIG) en dicha nación centroamericana, años atrás.
Al respecto hay que manifestar dos situaciones: primera, Guatemala está considerada una dictadura ya que es histórica la tradición autoritaria, con un poder total de la presidencia o un grupo élite mercader de la sociedad, aplicando la ley sin control alguno al cooptar los tres poderes, sin alternancia verdadera de gobiernos. A la alta corrupción se une la represión al pueblo, la propiedad de todos los medios de desinformación, un control bancario sin límites, con más gobiernos militares de la región en su vida republicana.
Segundo, la labor de Velázquez, fue de tal impacto jurídico y político que al denunciar y desmantelar un proyecto de corrupción llevó incluso a la renuncia del mandatario Otto Pérez Molina, junto a juicios y condenas para funcionarios de muy alto nivel. En Colombia se ha caracterizado por una posición clara referente a la corrupción y allegado directamente al proceso de paz, lo que no implica ser criticado desde las élites que en América Latina trabajan en conjunto para evitar soberanía y transformaciones.
Por tanto, Giammattei muestra objetivamente revanchismo, debilidad enorme al estar vinculado a la corrupción endémica del país, a su falta de democracia y, ahora, al reverenciar al nazismo ucraniano o al humillarse ante el estado sionista para obtener negocios reconociendo a Jerusalén como capital de Israel, lo que implica desconocer a Palestina como territorio legítimo.
Tal vez responder no era ni siquiera necesario, aunque ya Gustavo Petro lo puso en su sitio.

