Pablo Emilio Obando A.

LOS MONSTRUOS ANTE LA JEP

Los grandes titulares de la prensa empiezan a teñirse de negro para señalarnos caminos de sangre. La JEP nos permite conocer en detalles de dolor y lágrimas las aterradoras confesiones de exmilitares que participaron en el asesinato de miles de jóvenes colombianos, cuyo único delito consistió en ser desempleados en busca de una oportunidad laboral.

Jóvenes contactados en pueblos en casi todos los departamentos de Colombia, pobres, desempleados, humildes, ingenuos, inocentes y vulnerables a ofertas de trabajo que resultaron ser su propia sepultura. Los noticieros presentaban imágenes de cientos de guerrilleros muertos en combate, cubiertos con bolsas negras, tirados inmisericordemente entre estiércol, sangre y lodo.

 

«Una invitación contundente a deponer odios y venganzas que se convierten en un espiral de la misma tragedia. No es fácil, pero es la única lección viable que podemos aceptar».

 

La falsa percepción de seguridad colmó a los colombianos de una permisividad convirtiéndonos en cómplices de un episodio de muerte y terror. En medio de esta atrocidad y haciendo acopio de nuestros mejores esfuerzos y deseos abogamos para que Colombia encuentre un nuevo derrotero de justicia y paz. Un perdón para los verdugos y una verdadera paz para los familiares de estos muchachos que fueron víctimas de un Estado intolerante y de una sociedad indolente. La JEP nos ofrece un camino de reconciliación en medio de un escenario doloroso y vergonzoso.

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Una invitación contundente a deponer odios y venganzas que se convierten en un espiral de la misma tragedia. No es fácil, pero es la única lección viable que podemos aceptar. Que hablen los verdugos, que perdonen las víctimas. Ecuación nada fácil, pero el inexorable teorema que nos facilitará reencontrar ese camino extraviado entre malezas de sangre y llanto. Rodeamos a la JEP y valoramos los acuerdos de paz que nos han permitido una nueva mirada transicional entre un pasado doloroso y un futuro promisorio.

Por: Pablo Emilio Obando A.