Nuestra sociedad está polarizada: unos se consideran enemigos y otros amigos del actual gobierno. Tristemente, quien ha sembrado el odio y la división es nuestro propio presidente. Pero, lamentablemente, las cosas han pasado de los insultos a las balas. El pasado sábado, en horas de la tarde, atentaron contra el senador y candidato presidencial Miguel Uribe Turbay, quien además de político, es padre, hermano, esposo, hijo, un ser humano con el derecho a pensar diferente. Y ese derecho jamás debería costarle la vida.
Esto es terrible y debe dolernos a todos, sin excepción. No importan las ideologías ni las orillas políticas: este es un tema de humanidad. Pensemos por un instante… ¿y si en esa cama estuviera uno de nuestros familiares?
Desde el sábado, el llanto me embarga. En estos días, mis oraciones se han prolongado por él. Siento una profunda tristeza por mi patria, que se destruye a manos de unos pocos, sin compasión. Parecemos fratricidas, y nada parece hacernos cambiar. No entiendo por qué un suceso tan doloroso no nos une, sino que nos separa aún más.
Hoy, después de tantas discusiones y reproches, después de tanto desgaste por parte de unos y otros, quiero decir que me rindo. Que me rehúso a seguir odiando. Que por fin entendí que no estamos en este mundo para dividirnos, sino para todo lo contrario: es momento de abrazarnos y perdonarnos, de aceptarnos con todas las diferencias que nos hacen humanos.
¿Ya qué importa quién lo hizo? ¿La izquierda, la derecha, el narcotráfico? ¿Qué sentido tiene seguir buscando culpables o señalando con el dedo? Ya no tiene sentido. Oremos con una sola voz, para que Dios nos escuche, nos perdone y obre ese milagro que la familia del senador y Colombia entera espera. Ese hombre fue condenado a crecer sin su madre, y ahora quieren condenar a su hijo a crecer sin su padre. Todo por la incapacidad de aceptarnos, todo por la intolerancia y el ego.
Este es un momento que nos invita a amarnos más que nunca. Abracen a sus seres queridos. Digan sin miedo lo que sienten por ellos. La vida es frágil: un día salimos de casa y no sabemos si volveremos, no sabemos si habrá otra oportunidad de ver a los nuestros.
¡Fuerza, Miguel! Colombia ora minuto a minuto por ti.

