Por: Sofonías Rodríguez M.
Freud en su teoría del sicoanálisis dice que el ego corresponde a la parte parcialmente consciente de la personalidad que controla la motilidad (facultad de moverse espontáneamente) y media entre los instintos del ello, los ideales del superego y la realidad del mundo externo.
Se deduce que por naturaleza el hombre posee un ego que lo lleva y sabe cómo obra y cómo reacciona ante las diferentes estímulos o manifestaciones que la vida presenta paso a paso. Aunque alguna vez un conferencista decía que resulta difícil de manejarlo, es lógico pensar que si se mantiene un equilibrio emocional siempre habrá procederes sensatos y tolerantes.
Hasta donde entendemos, si por diversas circunstancias en especial cuando se cree haber llegado por títulos, experiencia, o influencias políticas a la cima de un nivel social que mira por encima a los demás, se está elevando el ego a su máxima potencia y fijándolo en el pedestal del superego, el mismo que todo el mundo detesta porque transforma a la gente.
«Este terrible mal de los insaciables y sabelotodo, que nunca piensan en el perjuicio que están causando y que afecta por igual al núcleo familiar, mientras se pontifican de ser los mejores».
Esta pésima tendencia se hace visible en ciertos funcionarios que haciendo gala de poder y sobrada autoridad, se vuelven tan egoístas y prepotentes que nunca comprenderán para qué están en un cargo. Son los que ponen a los usuarios a recorrer dependencias y a complicar sencillas diligencias. Y claro por tales actitudes se ganan el rechazo y el menosprecio ciudadano.
Toca esto también a un sector de periodistas deportivos generalmente con un gran recorrido que en sus comentarios tendenciosos a través de medios, incluidas las redes sociales ofenden sin piedad a grandes figuras del deporte desconociendo que los jugadores son seres humanos que están expuestos a cometer errores. Pasan ellos de lo deportivo a lo personal.
Ahora, ante la continua arremetida contra determinados futbolistas, estos ingratos compatriotas pretenden en todo momento ser la noticia que unos defienden y otros atacan, pero que deja mal parado al periodismo colombiano. Nadie podrá pedirles que cambien si esa es su impronta, que los muestra dizque como muy frenteros.
Este terrible mal de los insaciables y sabelotodo, por ahora lo notamos más entre funcionarios públicos y periodistas deportivos, que nunca piensan en el perjuicio que están causando y que afecta por igual al núcleo familiar, mientras se pontifican de ser los mejores.
Aunque ya en ellos es difícil desecharlo, la humildad es un gran antídoto para la arrogancia y para manejar adecuadamente el ego.

