Las redes sociales son espacios y herramientas donde se produce todo tipo de actividades. La violencia es una de tantas y por ser producida en plataformas diseñadas para generar notoriedad, sus alcances son muchas veces mayores que la que se da en medios tradicionales.
A casi todos nos ha sucedido alguna vez que publicamos un texto en nuestro blog o un comentario en una red social y, para nuestra sorpresa, recibimos respuestas de desconocidos que agreden o insultan sin razón.
Este fenómeno, conocido como trolling, es tan antiguo como el Internet. Y los trolls son usuarios que publican insultos, mensajes provocativos, información falsa o que “roban la identidad digital” de otra persona.
Podemos identificar diferentes tipos de trolls: muchos de ellos son apenas simples bromistas que no entrañan mayores peligros; otros, sin embargo, llegan a incurrir en prácticas de acoso online que, en algunos casos, pueden ser incluso penadas con la cárcel.
Para quienes interactuamos a diario en la web, es importante entender que los usuarios que realizan este tipo de prácticas sólo pretenden provocar.
Esa situación se pone de presente cuando no promueven la conversación, no buscan ningún tipo de respuesta más que la exasperación de otros cibernautas y, a fin de cuentas, no siguen las reglas de la ciudadanía digital.
Por ello, estos navegantes no tienen problema en proferir insultos y mensajes ofensivos a través de Internet. Esto tiene una explicación relativamente simple: delante de una pantalla, los usuarios se sienten protegidos por un halo de anonimato que les hace creer que pueden expresarse con total impunidad.
De esta manera se generan los delitos tecnológicos o ciberdelitos, denominados como las actividades ilícitas o abusivas relacionadas con los sistemas y las redes de comunicaciones, bien porque sean el objetivo del delito en sí mismos, o se trate de la herramienta y el medio para su comisión.
Según un informe de Violencia Digital presentado por el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, este tipo de fenómeno cada día crece más a través de sus expresiones más características como el ciberacoso, el sexting, amenaza de muerte, sexo-extorsión y la porno-venganza.
Y lo más preocupante todavía es que estas agresiones, si no se las evita a tiempo, continúan causando un daño psicológico o emocional en las personas y, además, daña la reputación, causa pérdidas económicas y plantea barreras a la participación ciudadana en las redes.
En nuestro país, son muchos los casos de personas que, ante situaciones de agresiones y violencia digital acuden a denunciar ante la fiscalía y demás autoridades, pero lastimosamente quedan decepcionadas porque no obtienen la respuesta adecuada, quedando todo en la impunidad.
Y lo único que consiguen es que les que les digan que lo mejor a estas actitudes es ignorarlas, cambiando las claves constantemente, no aceptar desconocidos en las redes sociales y evitar compartir fotografías y videos íntimos.
Mientras tanto los delincuentes digitales navegan generando violencia en medio de la impunidad y el anonimato, máxime ahora cuando el internet y las redes sociales se han convertido en una especie de integrante más de las familias.
Por: Luis Eduardo Solarte Pastás

