Por: Ricardo Sarasty.
¿Que si la habían querido? ¡Mejor no pudo ser su entierro, para que no quedaran dudas de ello! Solo basta con ver la cantidad de gente que desde el mismo día que se supo de su muerte comenzó a llegar a acompañarla, durante los 10 días de velorio con todas sus noches y ahora en su último andar hacia la morada definitiva al lado del Santísimo.
Es que solo a una persona de tanta estima le puede pasar que quieran estar con ella hasta el último de sus días, aquí sobre esta tierra, así como sucedió. Para cuando se cuente después y pocos lo crean si no hasta que les muestren las fotos donde verán la calle real repleta, todita, de hombres y mujeres, desde niños hasta contemporáneos de la difunta, a los cuales decidido adelantárseles en el último viaje. todos desde los más jóvenes buscando el mejor de los puestos desde antes de la madrugada para no perderse el verla pasar en su último paseo, solo que esta vez en el coche de siempre pero metida en el féretro que iba repleto de flores.
A ninguno de los que asistieron se le olvidará que en el momento de mayor soledad la abuelita sintió la compañía de los suyos y allegados a la casa, todos bien elegantes vestidos con la mejor de sus prendas y de riguroso luto, así como debe de ser tratándose de un acto tan importante, el del último homenaje a una señora tan querida por nosotros.
Hay quienes dicen que donde estuvieron vieron personas venidas de otras partes, que quizá hasta las hubo llegadas del extranjero. Y raro no es que así haya sucedido porque la fama de ña’Chavita, como la llamábamos con cariño, desde cuando le tocó tomar las riendas de la casa poco a poco se fue extendiendo por todos los lugares a donde siempre había uno o una que hablaba de su carácter fuerte pero igualmente de su santa bondad.
Porque no es que todos los muertos sean buenos y ella no sea la excepción, la ña Chavita para los que la conocieron, siendo ellos niños y ella ya una mujer hecha y derecha, siempre transmitía en su trato sumo respeto y cariño, como cuando salía hasta el jardín de su casa no únicamente para asolearse sino para extender la mano y esperar a que se la estrechase todo aquel que quisiera hacerlo mientras ella solo los veía y sonreía así como sin querer para no perder esa elegancia que siempre la distinguió. Aunque no faltó aquel para quien este simple gesto amistoso de la señora no era sino la pose de altivez ante la cual se obligaba a la venia el vasallo.
Es que siempre han existido y existirán los que se fijan en pequeñeces para convertirlas en grandes defectos con tal de tener con que hablar mal de alguien. Más cuando se trata de gente como la señora Isabelita, quien por ser lo que era y no andarse con hipocresías se ganó una que otra malquerencia y por eso, como todos los mortales normales, también estuvo en boca de chismosos que se regodeaban inventándole historias como esa de que le gustaban las peleas y se hiso la que con ella no era cuando su hijo, el Carlos, cambio a la Dianita por la Camila. Claro que la mayor tenía su genio y es que le tocó hacerse la fuerte porque desde muchachita quedó a cargo de todo ese finconón que le heredó Don Eduardo. Hablando de esto ¿qué irá a pasar con lo poco que queda de esa hacienda? Es que como ya se comienza a oír, sin la Isabelita la casa de los Reyes ya no se volverá a ser igual. @Risar0.